La travesura de Pancho en el pantano de Malvina
Había una vez en un bosque encantado, un conejito travieso llamado Pancho. Pancho era muy desobediente con su mamá coneja y siempre decía mentiras para salirse con la suya.
Un día, Pancho le pidió a su mamá permiso para ir a jugar al claro del bosque con sus amigos, pero en realidad quería ir a explorar el peligroso pantano de la bruja Malvina.
"Mamá, ¿puedo ir a jugar al claro del bosque con mis amigos?" -preguntó Pancho con una sonrisa traviesa. Su mamá lo miró fijamente y le dijo: "Pancho, no vayas al pantano de la bruja Malvina. Es peligroso y oscuro, prométeme que no irás".
Pancho, sin pensarlo dos veces, mintió descaradamente: "No te preocupes mamá, solo voy al claro del bosque como siempre". Y así, Pancho se alejó correteando hacia el pantano esquivando las advertencias de su madre.
Al llegar al pantano, se encontró con sus amigos quienes estaban asustados por estar en ese lugar prohibido. "¡Vamos chicos! No sean miedosos. Seguro que la bruja Malvina ni siquiera existe", dijo Pancho tratando de aparentar valentía.
Pero de repente, una risa malévola resonó en todo el pantano y la bruja Malvina apareció frente a ellos. "¿Qué hacen aquí criaturas insolentes? Este es mi territorio", gruñó la bruja con voz amenazante. Los amigos de Pancho temblaban de miedo mientras él intentaba mantenerse firme aunque en realidad estaba asustado hasta los huesos.
La bruja Malvina los amenazó con convertirlos en sapos si no le traían tres plumas de águila dorada antes del atardecer. "¡Oh no! ¿Qué vamos a hacer ahora?", lamentaron los amigos de Pancho angustiados.
Pancho sabía que era culpa suya que estuvieran en esa situación y decidió actuar. Recordó un atajo hacia las montañas donde solían vivir las águilas doradas y les propuso a sus amigos ir en busca de las plumas juntos.
En una carrera contra el tiempo y desafiando todos los peligros del camino lograron encontrar las águilas doradas y convencerlas para que les dieran tres plumas.
Con gran alivio regresaron al pantano justo antes del atardecer y entregaron las plumas a la bruja Malvina quien sorprendida por su valentía decidió perdonarlos. "Han demostrado coraje y amistad al ayudarse mutuamente. A partir de hoy queda levantado el hechizo sobre este lugar", dijo la bruja Malvina desapareciendo entre las sombras.
Pancho aprendió esa noche una gran lección sobre la importancia de ser honesto y responsable tanto consigo mismo como con los demás. Al llegar a casa contó toda la verdad a su mamá quien lo abrazó orgullosa por haber cambiado su actitud desobediente e impulsiva.
Desde entonces, Pancho se convirtió en un conejito ejemplar que siempre valoraba la verdad y nunca más volvió a meterse en problemas por decir mentiras o desafiar a su mamá.
Y colorín colorado este cuento ha terminado pero recuerda ¡sé siempre honesto como Pancho!
FIN.