La travesura del panadero



Había una vez en el pueblo de Totora, un niño travieso llamado Jose. A pesar de tener un corazón bondadoso, a veces se dejaba llevar por sus travesuras y metía en problemas a todos los habitantes del lugar.

Una mañana soleada, Jose decidió jugar una broma a la señora Rosa, la dueña de la panadería más famosa del pueblo.

Se escondió detrás de unos arbustos y esperó a que la señora Rosa saliera con su carrito lleno de pan recién horneado. Cuando la señora Rosa pasó por su escondite, Jose saltó repentinamente frente al carrito y gritó: "¡Alto ahí! ¡Este pan es mío ahora!".

La señora Rosa se llevó un gran susto y soltó el carrito, haciendo que el pan rodara calle abajo. Jose comenzó a reírse a carcajadas mientras corría tras el pan. Pero pronto se dio cuenta del daño que había causado.

La señora Rosa estaba llorando al ver su trabajo desperdiciado y todos los vecinos miraban con desaprobación la travesura de Jose. Arrepentido por lo que había hecho, Jose se acercó lentamente a la señora Rosa y le pidió disculpas de todo corazón. "-Lo siento mucho, señora Rosa.

No fue mi intención asustarla ni hacerle daño", dijo Jose con voz temblorosa. La señora Rosa secó sus lágrimas y miró a Jose con ternura. "-Está bien, querido.

Todos cometemos errores, lo importante es reconocerlos y aprender de ellos", respondió ella con una sonrisa amable. Los vecinos empezaron a reagarrar el pan esparcido por el suelo y ayudaron a cargar nuevamente el carrito de la señora Rosa.

Mientras tanto, Jose se ofreció a trabajar en la panadería como forma de disculparse por su travesura. Los días pasaron y Jose demostró ser un excelente aprendiz en la panadería. Aprendió a hornear pan, atender clientes y ayudar en las tareas diarias del negocio.

La señora Rosa lo guiaba con paciencia y amor, enseñándole valores como la responsabilidad, el respeto y la empatía hacia los demás. Con el tiempo, Jose se convirtió en un joven ejemplar que era admirado por toda Totora.

Su travesura inicial se transformó en una lección valiosa que lo ayudaría a crecer como persona íntegra y solidaria.

Y así, entre harina y risas en la panadería de la señora Rosa, Jose descubrió que las mejores travesuras son aquellas que nos enseñan grandes lecciones sobre la vida.

FIN.

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