La travesura nocturna



En una tranquila noche estrellada, en un pequeño pueblo rodeado de altos árboles, vivía un curioso gatito llamado Galileo. Galileo era un gato negro con destellos plateados en su pelaje, lo que le valió el apodo de 'Gato Noche Estrellas'.

Todos en el barrio conocían a Galileo, ya que era un gatito muy travieso que siempre andaba buscando nuevas aventuras. Una noche, mientras todos dormían, Galileo decidió que quería explorar el exterior de su casa.

Se deslizó por la ventana entreabierta y se encontró cara a cara con un brillante cielo estrellado. Fascinado por la belleza del firmamento, decidió subir al tejado para estar más cerca de las estrellas.

"¡Vaya, vaya, qué bonito se ve todo desde aquí arriba!" exclamó Galileo maravillado. Sin embargo, en su entusiasmo, accidentalmente despertó a Luna, la gata vecina que cuidaba el vecindario por las noches. "¡Galileo, qué estás haciendo! ¡Deberías estar en casa dormido como un gato común y corriente!" le regañó Luna.

Avergonzado, Galileo se disculpó y prometió ser más cuidadoso. Pero su curiosidad no cesaba y, con el afán de explorar más, se deslizó por el tejado y cruzó la calle para asomarse a las ventanas de otras casas.

Allí, se encontró con Esteban, el gato callejero que viajaba de casa en casa en busca de cariño y comida. "¿Qué haces por aquí, Gato Noche Estrellas?" preguntó curioso Esteban.

Galileo le contó sobre su deseo de explorar y ver las estrellas de cerca. Impresionado por la valentía de Galileo, Esteban le propuso ir juntos hasta el cerro más alto del pueblo, donde podrían disfrutar de una vista espectacular. Así, los dos gatitos emprendieron su aventura, sorteando obstáculos y cuidándose mutuamente.

Al llegar a la cima, se acurrucaron para admirar juntos el espectáculo de luces en el cielo. "Gracias por traerme hasta aquí, Esteban. ¡Esto es fabuloso!" dijo Galileo con emoción. "De nada, amigo.

A veces, las mejores aventuras ocurren cuando nos atrevemos a salir de nuestra zona de confort", respondió Esteban con una sonrisa. Así, Galileo comprendió que la valentía y la curiosidad podían llevarlo a vivir experiencias maravillosas, siempre y cuando las compartiera con amigos que lo cuidaran.

Con esta lección en el corazón, regresaron al amanecer, listos para seguir descubriendo nuevas travesuras juntos.

FIN.

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