La travesura que cambió vidas


Había una vez una niña llamada Ema, quien era muy traviesa y siempre se portaba mal. No escuchaba a sus padres, desobedecía las reglas y hacía travesuras todo el tiempo.

Sus padres estaban preocupados porque no sabían cómo enseñarle a comportarse correctamente. Un día, mientras Ema jugaba en el jardín con su pelota favorita, accidentalmente la lanzó hacia el vecino gruñón, Don Carlos.

Ema sabía que él nunca devolvía las cosas que le caían en su patio y temió perder su amado juguete. Ema decidió ir a pedirle educadamente a Don Carlos que le devolviera la pelota. Cruzó los dedos esperando que él accediera.

Al llegar al patio de Don Carlos, encontró al anciano sentado en un banco mirando triste hacia el horizonte. "Disculpe, señor" -dijo Ema tímidamente"¿Podría por favor devolverme mi pelota?"Don Carlos levantó la cabeza sorprendido por la educación de la niña y sonrió gentilmente.

"Claro que sí, pequeña", respondió amablemente mientras tomaba la pelota del suelo y se la entregaba a Ema. Ema estaba feliz de haber recuperado su pelota pero también se sintió curiosa sobre por qué Don Carlos estaba tan triste.

Decidió preguntarle para ver si podía ayudarlo de alguna manera. "Señor ¿Por qué está tan triste? ¿Hay algo que pueda hacer para ayudarlo?"Don Carlos suspiró profundamente antes de responder:"Mi querida niña, estoy triste porque mi jardín está muy descuidado.

Ya no puedo cuidarlo como antes y me siento solo". Ema pensó por un momento y tuvo una idea brillante. "Señor, ¿le gustaría que le ayudara a arreglar su jardín? ¡Yo podría hacerlo! Así usted se sentiría mejor y yo aprendería a ser más responsable".

Don Carlos se quedó sorprendido por la generosidad de Ema y aceptó su oferta con gusto. Durante los días siguientes, Ema trabajó duro para arreglar el jardín de Don Carlos.

Recogió las hojas secas, cortó el césped e incluso plantó nuevas flores. Estaba decidida a demostrarle a sus padres que podía comportarse bien. Cuando terminaron, el jardín lucía hermoso y lleno de vida nuevamente.

Don Carlos estaba tan emocionado que decidió organizar una pequeña fiesta en su patio para celebrar junto a Ema. La noticia se extendió rápidamente por el vecindario y todos los vecinos acudieron al evento. Fue una tarde llena de risas, juegos y música.

Ema se sintió feliz al ver cómo su buen comportamiento había logrado unir a toda la comunidad. Después de la fiesta, cuando llegaron sus padres para llevarla a casa, Ema les contó todo lo ocurrido durante esos días.

Sus padres estaban asombrados por el cambio positivo en el comportamiento de su hija. "Ema, estamos muy orgullosos de ti", dijeron sus padres emocionados"Has demostrado que puedes portarte bien y ayudar a los demás".

Desde ese día, Ema aprendió la importancia de ser responsable y amable con los demás. Comprendió que sus acciones podían tener un impacto positivo en el mundo que la rodeaba. Y así, Ema se convirtió en una niña ejemplar, siempre dispuesta a ayudar y comportarse correctamente.

Su historia inspiró a muchos otros niños a seguir su ejemplo y a descubrir que el buen comportamiento puede traer alegría y unidad a nuestras vidas.

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