La travesura que unió a Rocky y Simón


Había una vez en la hermosa ciudad de Buenos Aires, un perro llamado Rocky y un gato llamado Simón. Ambos vivían en vecindarios diferentes y siempre se habían considerado rivales.

La rivalidad entre ellos era tan grande que no podían pasar un día sin gastarse alguna travesura. Un día, mientras paseaban por las calles de la ciudad, Rocky y Simón se encontraron frente a frente en una plaza.

Sus ojos se clavaron uno en el otro, llenos de desafío y rivalidad. Ambos sabían que estaban a punto de comenzar otra ronda de travesuras. Simón fue el primero en actuar.

Se acercó sigilosamente a una feria ambulante que había cerca y vio unas cajas llenas de globos coloridos. Con su agilidad felina, comenzó a pinchar los globos uno por uno con sus afiladas uñas. Rocky, al ver lo que estaba haciendo Simón, decidió hacer algo aún más travieso.

Corrió hacia una heladería cercana y comenzó a ladrar muy fuerte para asustar a los clientes. El dueño salió furioso e intentó atraparlo, pero Rocky era demasiado rápido para él.

La rivalidad entre ellos continuaba aumentando cada vez más hasta que llegaron a un parque donde había varios niños jugando tranquilamente.

En ese momento, ambos protagonistas tuvieron una idea brillante al mismo tiempo: ¿qué tal si trabajan juntos para jugarle una gran travesura a los niños? Simón saltó sobre los hombros de Rocky mientras este último corría hacia los juegos del parque. Juntos lograron desatar todos los columpios y hacer que los toboganes se llenaran de agua. Los niños, al ver lo que pasaba, comenzaron a reírse y disfrutar de la travesura.

Sin embargo, en ese momento algo cambió dentro de Rocky y Simón. Al ver la alegría en los rostros de los niños, se dieron cuenta de que sus travesuras solo causaban problemas y molestias a las personas.

Comprendieron que era hora de dejar atrás su rivalidad y aprender a convivir pacíficamente. Se acercaron lentamente a los niños, quienes dejaron de reír para mirarlos con curiosidad. Rocky dio un paso adelante y dijo: "Perdón por nuestras travesuras.

Nos dimos cuenta de que no es divertido molestar a las personas". Simón asintió con la cabeza y agregó: "A partir de ahora, queremos ser amigos".

Los niños sonrieron emocionados ante estas palabras e invitaron a Rocky y Simón a jugar con ellos en el parque. Desde ese día, todos aprendieron el valor de la amistad y la importancia de trabajar juntos en lugar de competir.

Rocky y Simón continuaron viviendo en diferentes vecindarios, pero esta vez como amigos inseparables. Juntos descubrieron nuevas aventuras por toda la ciudad sin gastar más travesuras dañinas. Y así fue como una rivalidad entre un perro y un gato se transformó en una hermosa amistad llena de diversión y respeto mutuo.

La ciudad nunca volvió a ser igual gracias al cambio positivo que protagonizaron Rocky y Simón.

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