La Tribu de la Tortuga Sagrada
Una vez, en la vasta costa de Perú, vivía una tribu que adoraba a las tortugas. Se llamaban los Turtolamas. Cada año, durante la llegada de la primavera, celebraban una gran fiesta en honor a las tortugas que anidaban en la playa. La más grande y anciana de todas, llamada Lulu, era la más querida de la tribu.
"¡Lulu, el corazón de nuestra tribu!", gritaba Nala, la líder de los Turtolamas.
"Nos das sabiduría con tu andar lento y seguro", respondió el joven Tim, que soñaba con explorar más allá de su hogar.
Un día, mientras la tribu se preparaba para la fiesta, un fuerte viento comenzó a soplar, trayendo rumores de que su hogar estaba en peligro debido a un gran deshielo en el norte.
"Nala, los ríos están cambiando su curso y las playas están disminuyendo", dijo Tim preocupado.
"Debemos actuar rápido, Tim. Las tortugas necesitan nuestro hogar", afirmó Nala.
Los Turtolamas decidieron que tenían que migrar hacia el Istmo de Tehuantepec, un lugar donde esperaban que las tortugas pudieran seguir anidando. Así, un grupo de valientes, liderado por Nala y Tim, se aventuró en la travesía.
Durante su viaje, enfrentaron varias dificultades. Un día, se encontraron con una gran laguna que parecía impenetrable.
"¿Cómo cruzaremos esto?", preguntó Tim, visiblemente desalentado.
"Construiremos un balsón con palos y hojas, ¡es nuestra única opción!", propuso Nala.
Y así lo hicieron. Trabajaron juntos, con risas y cancioncitas, hasta que la balsa estuvo lista. Al cruzar la laguna, lo lograron, pero el viento estaba en contra.
"¡Sujétense fuerte!", gritó Nala mientras las olas los movían de un lado a otro.
Después de navegar con valentía, la balsa llegó a la otra orilla. Un nuevo desafío los aguardaba: un bosque denso y oscuro.
"No sé si quiero seguir adelante", murmuró Tim, con un nudo en la garganta.
"Recuerda, Tim, las tortugas siempre regresan a casa, y también nosotros debemos encontrar nuestro nuevo hogar. Sigamos hacia adelante, juntos", lo animó Nala.
Con cada paso que daban, las criaturas del bosque se asomaban curiosas, mientras ellos ofrecían historias sobre las tortugas y sus tradiciones.
Un día, encontraron a una tortuga atrapada en un arbusto.
"¡Miren! Una tortuga, como nosotros!", exclamó Tim.
"¡Ayudémosla! Es parte de nuestra familia", dijo Nala.
Con cuidado y mucho amor, liberaron a la tortuga.
"Gracias, amigos, hoy me salváis. ¿A dónde se dirigen?", preguntó la tortuga, asombrada.
"Buscamos un nuevo hogar para nuestras tortugas, porque el nuestro se está desvaneciendo", respondió Tim.
La tortuga sonrió y les dijo:
"¡Los puedo ayudar! Soy Tula, y sé dónde hay una playa perfecta en el Istmo de Tehuantepec. ¡Síganme!"
Con el nuevo aliado a su lado, los Turtolamas siguieron su camino y, después de días de viaje, finalmente llegaron a la playa de Tula.
"¡Miren cuántas tortugas han llegado!", exclamó Nala con alegría.
El lugar era hermoso y seguro, con arena blanquísima y aguas cristalinas. Las tortugas anidaban felices, llenando la playa de vida.
"Este es el hogar que las tortugas merecen", sonrió Tim.
Los Turtolamas comenzaron a construir su nueva comunidad, cuidando de las tortugas y respetando su hábitat. Desde entonces, celebraban una fiesta de primavera aún más grande y hermosa, no solo en honor a las tortugas, también en agradecimiento por el viaje que los llevó a su nuevo hogar.
Cada año, la playa se llenaba de risas, música y amor hacia la naturaleza, recordando siempre que la unidad y la valentía pueden llevar a cualquier parte y que el amor por las tortugas es un legado que nunca se pierde.
FIN.