La Unión de los Sabios
Había una vez una escuela muy especial llamada "La Academia de los Genios", donde sólo eran admitidos aquellos que demostraban tener habilidades excepcionales en alguna materia.
Los estudiantes allí eran tan brillantes que a veces parecían más adultos que niños. Un día, un grupo de animales llegó a la puerta de la academia y pidieron hablar con el director. Eran un zorro, una lechuza, un topo y un murciélago.
El director, sorprendido por ver animales parlantes, los invitó a entrar y les preguntó cómo podía ayudarlos. "Queremos estudiar aquí en La Academia de los Genios", dijo el zorro.
El director se rió pensando que era una broma, pero rápidamente se dio cuenta de que los animales hablaban en serio. Después de reflexionar unos minutos decidió darles una oportunidad y les permitió inscribirse como estudiantes.
Los demás alumnos no estaban seguros sobre cómo tratar a estos nuevos compañeros, después de todo nunca habían visto animales estudiando junto a ellos. Pero pronto descubrieron que cada uno tenía habilidades únicas e interesantes para compartir.
La lechuza era experta en matemáticas y física; el murciélago destacaba en biología; el topo sabía mucho sobre geología; mientras que el zorro era excelente en literatura y filosofía. Pero no todo fue fácil para ellos.
Al principio tuvieron problemas para adaptarse al ambiente académico humano: las sillas eran demasiado grandes para sus cuerpos pequeños, las pizarras demasiado altas para alcanzarlas con sus patas o alas... Pero los profesores y los demás estudiantes se esforzaron por ayudarlos, y poco a poco fueron superando las dificultades.
Un día, durante una clase de química, un experimento salió mal y la sala quedó llena de humo tóxico. Los estudiantes humanos estaban asustados e inmovilizados por el miedo, pero los animales actuaron rápidamente para salvar a todos.
La lechuza abrió las ventanas con sus alas, el murciélago usó su sonar para guiar a sus compañeros en la oscuridad del humo, mientras que el zorro y el topo trabajaron juntos para encontrar una solución al problema.
Después de ese incidente, todos se dieron cuenta de que no importaba si eran animales o humanos: lo importante era trabajar juntos y aprovechar las habilidades individuales para lograr objetivos comunes. Al final del año escolar, todos los alumnos recibieron diplomas por sus logros académicos.
Pero también hubo diplomas especiales para la lechuza, el murciélago, el topo y el zorro como reconocimiento por su valentía durante aquel episodio peligroso. Los animales parlantes habían demostrado que eran tan genios como cualquier otro estudiante humano en La Academia de los Genios.
Y desde entonces fueron aceptados como parte integral de la comunidad educativa. Y así termina esta historia inspiradora sobre cómo nuestra diversidad puede ser nuestra mayor fortaleza.
FIN.