La unión hace la fuerza


En la Ciudad de Dracotopia vivían dos dragones muy diferentes entre sí. Por un lado, estaba Draco, un dragón bondadoso y amigable que siempre ayudaba a los demás sin esperar nada a cambio.

Por otro lado, estaba Dracus, un dragón malvado y egoísta que solo pensaba en sí mismo y en cómo hacer daño a los demás. Un día, un terrible incendio azotó la ciudad y muchos hogares estaban en peligro.

Draco rápidamente acudió al rescate, utilizando su aliento de agua para apagar las llamas y salvar a los habitantes. Mientras tanto, Dracus observaba desde lejos con una sonrisa malévola en su rostro.

"¡Ja ja ja! ¡Qué divertido es ver arder todo a mi alrededor! No pienso ayudar a nadie, yo solo me preocupo por mí mismo", dijo Dracus con soberbia. Pero lo que Dracus no esperaba era que uno de los edificios en llamas pertenecía a su mejor amigo dragoncito llamado Draguito.

Cuando se enteró, corrió hacia el lugar del incendio desesperado por ayudar. "¡Draguito! ¡¿Dónde estás? ! ¡Tienes que salir de ahí!", gritaba Dracus entre el humo espeso.

Finalmente encontró a Draguito atrapado en el interior del edificio y sin dudarlo ni un segundo utilizó su aliento de fuego para abrir paso entre las llamas y rescatarlo justo a tiempo. "¡Gracias, gracias por salvarme!", decía Draguito entre lágrimas mientras abrazaba a Dracus.

Dracus sintió algo dentro de él que nunca había experimentado antes: la satisfacción de haber hecho algo bueno por alguien más. A partir de ese momento, decidió cambiar su actitud egoísta y empezar a preocuparse por los demás como lo hacía Draco.

Ambos dragones se convirtieron en grandes amigos y juntos trabajaron para reconstruir la Ciudad de Dracotopia después del incendio. Draco enseñó a Dracus el valor de la bondad y la importancia de ayudar al prójimo desinteresadamente.

Desde entonces, la ciudad prosperó más que nunca gracias a la colaboración entre estos dos dragones tan diferentes pero complementarios.

Y así, demostraron que incluso aquellos considerados malvados pueden cambiar si se les brinda una oportunidad y se les muestra el camino hacia la bondad y la empatía. Y colorín colorado este cuento ha terminado con una gran lección aprendida: nunca subestimes el poder transformador del amor y la solidaridad.

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