La Vaca de las Sombras



Era una noche de atardecer en la pequeña granja de Don Miguel. Mientras el sol se ocultaba detrás de las colinas, un extraño silencio se apoderaba del lugar. Don Miguel estaba preocupado porque una de sus vacas, Lucía, había desaparecido. Buscándola desesperadamente, se aventuró hacia el campo, donde se arqueaban las sombras de los fardos de paja. La luz moribunda del atardecer proyectaba figuras siniestras que parecían moverse entre los bultos. "¡Lucía!"- llamó con voz temblorosa, pero solo obtuvo un eco de su propia voz como respuesta. La sensación de estar observado lo hizo detenerse. "¿Hay alguien ahí?"- preguntó, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda.

De repente, una sombra oscura apareció de entre los fardos, y Don Miguel no pudo identificar si era una figura humana o un animal. Su corazón latía con fuerza. "¿Quién anda ahí?"- gritó, pero la figura solo se acercaba lentamente, como si estuviera jugando al escondite. En un momento de valor, decidió acercarse y desenredar el misterio. Entonces, cuando estuvo a pocos pasos, resbaló sobre algo suave: ¡era un fardo de heno!"Esto no es lo que parece..."- murmuró confundido, mirando la sombra. Pero en ese instante, el sol se ocultó y la oscuridad lo envolvió.

Súbitamente, se escuchó un mugido familiar. Era Lucía, quien había estado atrapada entre unos arbustos. "¡Ah, ahí estás!"- exclamó Don Miguel aliviado, pero cuando se volvió hacia la sombra, ya no había nada. La noche había caído, y lo que parecía ser un malentendido se transformó en una lección. Don Miguel aprendió que a veces lo que más tememos puede ser solo una ilusión creada por la oscuridad y nuestros propios miedos. Desde ese día, cada atardecer, él miraba con más atención a su alrededor, recordando que la valentía está en enfrentar lo desconocido.

FIN.

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