La Vaca Egoísta y la Cabra Triste



En un hermoso valle rodeado de montañas, vivían dos amigas inseparables: una vaca llamada Valentina y una cabra llamada Clara. Cada día exploraban el campo juntos, disfrutando del canto de los pájaros y el suave roce de la brisa. Pero había algo que Valentina valoraba más que todo: ¡las flores! A ella le encantaban las flores coloridas del campo y se pasaba horas admirándolas.

Un día, mientras paseaban, Valentina vio un increíble ramillete de flores amarillas que brillaban bajo el sol. "¡Mirá, Clara!"- exclamó emocionada. Pero antes de que su amiga pudiera acercarse, Valentina empezó a comer rápidamente las flores sin pensar en nada más. "¡Son deliciosas!"- dijo mientras masticaba con gusto, ignorando la mirada triste de Clara.

"Valentina, ¿no me vas a compartir?"- preguntó la cabra con rostro afligido.

"¡No, son mías!"- respondió Valentina, sin prestarle atención.

Clara, desilusionada, se alejó un poco y sintió cómo unas lágrimas caían por sus mejillas. Mientras observaba a Valentina devorar las flores, su corazón se llenó de tristeza. Nunca había imaginado que su amiga pudiera ser tan egoísta.

La vaca, al notar que Clara no se unía a su fiesta de flores, volvió la vista. De repente, se sintió sola, y la alegría que había sentido al comer fue reemplazada por un profundo vacío. "¿Qué estoy haciendo?"- pensó Valentina. "¡Mi amiga es más importante que las flores!"-

Con el corazón apesadumbrado, Valentina decidió buscar a Clara. La encontró sentada bajo un árbol, con la cabeza baja. "Clara, lo siento. No debí comerme las flores sin compartir contigo. Las flores son hermosas, pero tu amistad es lo que verdaderamente importa"- dijo Valentina con sinceridad.

Clara levantó la vista, los ojos aún brillantes de tristeza. "Me dolió verte comerlas sin mí. Pensé que no te importaba nuestra amistad"- contestó, aún afectada.

"¡Claro que me importa! Eres mi mejor amiga. ¿Puedo hacer algo para remediarlo?"- preguntó Valentina.

"¿Como qué?"- replicó Clara, algo escéptica.

"Podemos plantar nuevas flores juntas, así podremos disfrutar de su belleza siempre y compartirlas. Y además, ¡haré unas galletas de trébol para celebrar nuestra amistad!"- dijo Valentina, sonriendo.

Clara, sintiendo el cambio en su amiga, sonrió también. "Está bien, vamos a plantar flores. Pero tiene que ser en el lugar más hermoso de todo el campo."-

Ambas se pusieron a trabajar, cavando la tierra y plantando las semillas. Mientras esperaban que crecieran, Valentina mantuvo su promesa y preparó unas galletas de trébol.

De a poco, las flores comenzaron a brotar, llenando el campo de colores y alegría. Valentina y Clara se riendo juntas, compartiendo risas, historias y por supuesto, ¡las deliciosas galletas!

Con el tiempo, su amistad se volvió más fuerte que nunca. Valentina aprendió que compartir es un valor fundamental, y Clara sorprendida a veces recordaba cómo había sentido tristeza por la falta de consideración de su amiga.

"¡Mirá qué hermosas son nuestras flores!"- exclamó Clara un día, entusiasmada.

"Sí, pero son aún más hermosas porque las plantamos juntas"- contestó Valentina con una gran sonrisa.

Y así, Valentina y Clara nunca olvidaron lo valiosa que era su amistad y se cuidaron mutuamente, no dejando que la egoísmo nunca más interrumpiera su hermosa relación. Desde entonces, cada vez que veía flores, Valentina empezaba a soñar con nuevas aventuras junto a su amiga, Clara.

Desde ese día, el campo no solo se llenó de flores, sino de risas, amor y, sobre todo, de una amistad inquebrantable.

FIN.

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