La vaca generosa
Había una vez una vaca llamada Matilda que vivía en un hermoso prado junto a sus amigas, las demás vacas. Matilda era muy ambiciosa y siempre quería tener toda la comida para ella sola.
No compartía con las otras vacas y les quitaba cualquier bocado que encontraba. Un día, las demás vacas se cansaron de la actitud egoísta de Matilda y decidieron hablar con ella.
Se reunieron en círculo bajo un árbol y comenzaron a expresar sus sentimientos. "Matilda, estamos muy tristes porque no nos dejas comer nada", dijo Lola, una de las vacas más amigables. "Sí, es verdad", agregó Margarita. "Tienes que aprender a compartir".
Matilda se sintió molesta al principio y no entendía por qué todas estaban tan enojadas con ella. Pero poco a poco empezó a darse cuenta de lo egoísta que había sido. "Chicas, tienen razón", dijo Matilda mientras bajaba la cabeza avergonzada. "Me he comportado mal y quiero cambiar".
Las demás vacas sonrieron al escuchar esto y le dieron una oportunidad a Matilda para demostrar su cambio. A partir de ese momento, Matilda decidió ser generosa y compartir todo lo que encontrara en el prado.
Cuando veía un manojo de hierba apetitosa, llamaba a sus amigas para que también disfrutaran del festín verde. "¡Chicas! ¡Miren esta deliciosa hierba! Vengan rápido antes de que desaparezca!", exclamó emocionada Matilda.
Las otras vacas quedaron sorprendidas por el cambio repentino en Matilda, pero estaban felices de verla compartir. Poco a poco, la relación entre todas las vacas se fue fortaleciendo y se convirtieron en una verdadera familia.
Un día, mientras caminaban por el prado en busca de comida, encontraron un árbol lleno de manzanas jugosas. Pero para sorpresa de todas, Matilda no se acercó al árbol y les dijo que lo disfrutaran sin ella. "¿No quieres probar estas deliciosas manzanas?", preguntó Lola preocupada.
"No, chicas", respondió Matilda con una sonrisa. "Hoy quiero que ustedes sean las primeras en disfrutarlas. Yo ya tengo suficiente con haber aprendido a compartir". Las vacas quedaron asombradas por el gesto desinteresado de Matilda y comenzaron a comer las manzanas con alegría.
Desde ese día, Matilda siempre buscaba oportunidades para hacer feliz a sus amigas. El tiempo pasó y las vacas siguieron viviendo juntas en armonía.
Cada vez que alguna necesitaba ayuda o tenía algún problema, sabían que podían contar con Matilda. Matilda aprendió una valiosa lección sobre la importancia de ser generoso y pensar en los demás. Descubrió que al compartir y ayudar a los demás, uno puede encontrar la verdadera felicidad.
Y así termina esta historia infantil inspiradora sobre cómo una vaca egoísta cambió gracias al amor y la amistad de sus compañeras del prado.
FIN.