La Vaca Valiente y el Viaje a la Luna
Había una vez, en un tranquilo campo de flores y verdes praderas, una vaca llamada Luna. Luna no era una vaca cualquiera; soñaba con ver el mundo desde lo alto, como lo hacían los pájaros en el cielo. Todos los días, mientras pastaba, miraba envidiosamente a las aves y pensaba en lo maravilloso que sería volar hasta la luna.
Un día, mientras miraba al cielo estrellado, decidió que ya no podía conformarse con solo mirar. "¡Voy a hacer mi propio viaje a la luna!"- exclamó. Sus amigas, las ovejas, se rieron.
"¿Cómo un animal como vos va a ir a la luna?"- dijo una de ellas con burla. "Solo los pájaros pueden volar!"-
Pero Luna no se desanimó. Se acercó a su amigo, el burro Lucas, que siempre la apoyaba en sus locuras.
"Lucas, ¿me ayudarías a alcanzar la luna?"- le preguntó emocionada.
"¡Claro que sí, Luna!"- respondió él con una sonrisa. "Debemos pensar en un plan. Quizás un cohete podría ser la solución!"-
Así fue como Luna y Lucas se pusieron a trabajar. Reunieron viejos barriles, tubos de cartón y todo tipo de materiales que encontraban en la granja. Después de mucho esfuerzo, lograron armar lo que parecía una enorme nave espacial.
"¡Mirá, ya casi estamos listos!"- gritó Luna mientras probaba su invento.
Pero las otras vacas seguían burlándose. "No seas loca, Luna. Nunca podrás volar!"- dijeron.
Sin embargo, Luna no se rendía. Una noche, cuando el cielo estaba lleno de estrellas, decidió hacer una prueba. Se subió a su nave y, con la ayuda de Lucas, empezaron a hacer ruido con algunas latas y a mover la nave de acá para allá.
De repente, algo increíble sucedió: se armó un torbellino de viento, y la nave comenzó a elevarse un poco del suelo.
"¡Mirá, estamos volando!"- gritó Lucas con sorpresa.
Luna no podía creerlo. "¿Crees que podemos llegar más alto?"- preguntó.
"¡Vamos a intentarlo!"- respondió Lucas. Con más energía, movieron la nave con todo lo que tenían. Y para su asombro, la nave comenzó a ascender. ¡Estaban realmente volando!
Mientras desafiaban a la gravedad, vieron que las vacas y ovejas miraban desde el suelo, sorprendidas y boquiabiertas. Poco a poco, la tierra se alejaba y el paisaje se veía cada vez más hermoso.
"¡Mirá, hasta las flores se ven diferentes desde aquí arriba!"- exclamó Luna.
Pero a medida que ascendían, se dieron cuenta de que, aunque estaban emocionados, no tenían idea de cómo regresar. "¿Qué haremos, Luna?"- preguntó Lucas, asustado. Luna respiró hondo y dijo:
"Voy a intentar dirigir la nave hacia el campo, así volveremos donde comenzamos. ¡Confía en mí!"-
Entonces, con su corazón latiendo rápido, Luna comenzó a maniobrar. En el camino a casa, se pasaron por encima de campos de flores, ríos y hasta un lago donde las aves nadaban alegres. Pronto, se dieron cuenta de que tenían que ser sinceros con el resto de los animales.
"¡Somos vaqueros del cielo!"- gritaron juntos. Y a medida que aterrizaban, todos los animales del campo estallaron en aplausos.
Cuando Luna y Lucas tocaron tierra, las otras vacas estaban tan impresionadas que decidieron unirse a sus aventuras, dejando de lado sus dudas.
"¿Puedo intentar yo también?"- preguntó una de las vacas que se había reído de Luna.
"¡Por supuesto! Todos pueden volar, solo es cuestión de intentarlo!"- respondió Luna con una sonrisa.
Así, las vacas formaron un club llamado 'Las Vacas Viajeras'. Todos los días, soñaban, construían nuevas naves, y descubrían cosas nuevas, no solo sobre el cielo, sino también sobre sí mismas y su capacidad de superar los miedos.
Luna se dio cuenta de que lo más importante no era llegar a la luna, sino descubrir que con valentía y la ayuda de amigos, todo es posible. Desde entonces, no solo volaron en sus cohetes improvisados, sino que también aprendieron a colaborar y apoyarse mutuamente, convirtiéndose en un gran equipo.
Y así, Luna y sus amigos vivieron muchas aventuras, mostrando que a veces, lo que parece imposible puede hacerse posible si uno tiene el corazón y la determinación para intentarlo.
FIN.