La valentía de Celia


Había una vez una pequeña célula llamada Celia, que vivía en el cuerpo de un niño llamado Mateo. Celia era muy curiosa y siempre estaba explorando su entorno dentro del cuerpo de Mateo.

Un día, mientras Celia viajaba por el torrente sanguíneo de Mateo, se dio cuenta de que algo no iba bien.

Había llegado a un lugar extraño y desconocido para ella: ¡un hospital! El corazón de Celia latió con fuerza cuando vio a los médicos corriendo de un lado a otro. Celia decidió investigar qué estaba pasando y se deslizó entre las puertas abiertas del quirófano. Allí vio a un niño acostado en la camilla, rodeado por médicos y enfermeras.

Parecían estar preparándose para hacerle un trasplante. Celia observó con atención mientras los médicos explicaban que el niño necesitaba recibir una nueva célula para poder recuperarse. El corazón de Celia se llenó de compasión por el niño y supo que tenía que ayudarlo.

Sin pensarlo dos veces, Celia se ofreció voluntaria para ser la célula donante. Se acercó al médico y le dijo: "¡Señor doctor! Soy una célula dispuesta a ayudar al niño".

El médico quedó sorprendido al escucharla hablar, pero rápidamente comprendió lo valiente y generosa que era Celia. Agradecido por su oferta, aceptó su ayuda. Entonces comenzaron los preparativos para el trasplante.

Los doctores colocaron cuidadosamente a Celia en una jeringa especial y la llevaron al cuerpo del niño. Celia se sentía un poco nerviosa, pero sabía que estaba haciendo algo importante. Una vez dentro del cuerpo de Mateo, Celia comenzó a buscar el lugar donde debía instalarse.

Siguiendo su intuición, llegó hasta el órgano dañado y se ancló allí. Poco a poco, comenzó a liberar enzimas reparadoras para ayudar al órgano a sanar. Después de unos días, Mateo despertó y se sintió mucho mejor.

Los médicos le explicaron cómo una valiente célula llamada Celia había donado parte de sí misma para salvarle la vida. Mateo quedó asombrado por la historia y quiso conocer a su heroína personalmente. Los doctores organizaron un encuentro entre Mateo y Celia.

Cuando finalmente se conocieron, Mateo abrazó cariñosamente a Celia y le dijo: "¡Gracias por ser tan valiente! Eres mi héroe". Celia sonrió y respondió: "No hay nada más gratificante que poder ayudar a alguien que lo necesita".

Desde ese día, Mateo cuidaba mucho su salud para no tener que pasar nuevamente por un trasplante. Siempre recordaba el valioso regalo que había recibido gracias a la generosidad de una pequeña célula llamada Celia.

Y así fue como una simple célula demostró que todos podemos hacer grandes cosas si estamos dispuestos a ayudar y ser valientes cuando los demás nos necesitan.

Dirección del Cuentito copiada!