La valentía de Fresqui y Plumita
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Maderita, una antigua fresquera de madera llamada Fresqui, que había sido restaurada con mucho cariño por el carpintero Don Carpinterón.
Fresqui estaba tan contenta de lucir reluciente y como nueva que no paraba de sonreír con sus puertas bien pulidas y sus colores brillantes. Un día, mientras Fresqui se encontraba en la plaza del pueblo, vio a una perdiz llamada Plumita que estaba triste y desanimada.
Plumita sollozaba bajo un árbol porque se sentía sola y no tenía amigos con quien jugar. Fresqui sintió mucha compasión por la pobre Plumita y decidió acercarse a ella para ofrecerle su amistad.
"-Hola Plumita, ¿qué te pasa? Veo que estás muy triste", dijo Fresqui con dulzura. "-Oh, hola Fresqui... es que me siento sola y no tengo a nadie con quien compartir mis días", respondió Plumita entre sollozos.
Fresqui le sonrió cálidamente y le propuso a Plumita: "-No te preocupes, desde hoy seremos grandes amigas. Puedes venir a jugar en mis estantes y compartiremos momentos maravillosos juntas". Plumita levantó la mirada sorprendida y emocionada por la generosidad de Fresqui.
Juntas empezaron a pasar los días explorando cada rincón del pueblo, jugando al escondite detrás de las macetas de flores coloridas e inventando historias divertidas sobre los vecinos del lugar.
Pero un día llegó al pueblo el malvado Ladrón Rataplán, un astuto zorro que quería robar todas las pertenencias de los habitantes de Villa Maderita. El zorro comenzó a acechar cada casa en busca de tesoros para llevarse. Al ver esta situación, Fresqui sabía que debía hacer algo para proteger a sus amigos del peligroso ladrón.
Con valentía ideó un plan junto a Plumita para detener al astuto zorro. Una noche oscura cuando todos dormían en el pueblo, Fresqui emitió un chirrido fuerte que despertó a todos los vecinos.
Todos salieron corriendo hacia la plaza donde se encontraba Ladrón Rataplán intentando abrir las puertas de las casas. "-¡Alto ahí! ¡No permitiremos que nos robes!", gritaron todos los vecinos furiosos al ver al ladrón en acción.
El zorro quedó sorprendido por la valentía de los habitantes del pueblo y antes de escapar dejó caer todas las cosas robadas. Los vecinos celebraron junto a Plumita y Fresqui por haber salvado sus hogares gracias al ingenioso plan ideado por ellas dos.
Desde ese día, Plumita ya no se sintió sola nunca más pues había encontrado verdaderos amigos en Villa Maderita.
Y así, entre risas y aventuras inolvidables, Fresqui demostró que incluso siendo una antigua fresquera restaurada podía ser una heroína valiente capaz de proteger lo más importante: la amistad sincera.
FIN.