La valentía de los tres



Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, una casa abandonada que todos los niños del lugar decían estar encantada. La Casa de los Sustos, como la llamaban, estaba rodeada de misterio y nadie se atrevía a entrar.

Un grupo de amigos muy valientes y curiosos llamados Lucas, Martina y Juanito decidieron enfrentar sus miedos y explorar la Casa de los Sustos.

Habían escuchado muchas historias escalofriantes sobre ella, pero estaban dispuestos a descubrir si eran ciertas o solo leyendas urbanas. Una noche oscura y llena de expectativas, se encontraron frente a la vieja puerta de la casa. Estaba cubierta de telarañas y crujía al abrirse lentamente.

Los tres amigos entraron con cautela, cada paso lleno de intriga. "¿Están seguros que queremos hacer esto?" - preguntó Martina nerviosa. "Sí, Marti. Seremos valientes y demostraremos que no le tenemos miedo a nada", respondió Lucas tratando de ocultar su propio temor.

Caminaron por las habitaciones polvorientas mientras escuchaban ruidos extraños provenientes del sótano. El corazón les latía fuerte pero continuaron adelante sin retroceder. De repente, una sombra apareció en el pasillo oscuro. Era un gato negro asustado que maullaba lastimosamente.

Juanito lo acarició con ternura y vieron cómo se calmaba instantáneamente. "Parece que este lugar no es tan espeluznante después de todo", dijo Martina sonriendo aliviada. Siguiendo su camino, encontraron una puerta secreta detrás de un cuadro viejo.

Decidieron abrirla y se sorprendieron al descubrir una biblioteca llena de libros antiguos. "¡Miren! ¡Aquí hay algo interesante!" -exclamó Lucas emocionado mientras sacaba un libro polvoriento.

El libro hablaba sobre la historia del pueblo y revelaba que la Casa de los Sustos no estaba encantada en absoluto. Era solo un rumor inventado por los adultos para evitar que los niños curiosos entraran y se lastimaran. Los amigos se miraron asombrados y decidieron contarle a todos la verdad.

Organizaron una reunión en el pueblo donde explicaron lo que habían encontrado en la casa abandonada. La comunidad quedó sorprendida al enterarse de que habían estado viviendo con miedo innecesario durante años.

Desde ese día, todos comenzaron a visitar la Casa de los Sustos sin temor alguno, convirtiéndola en un lugar lleno de risas y juegos. La lección que aprendieron aquellos valientes amigos fue que no siempre debemos creer todo lo que nos dicen.

A veces, enfrentar nuestros miedos nos lleva a descubrir cosas maravillosas escondidas detrás de las apariencias. Y así, gracias a Lucas, Martina y Juanito, el pueblo dejó atrás sus temores infundados y aprendió a disfrutar del valor y la curiosidad como herramientas para descubrir nuevas aventuras.

FIN.

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