La valentía de Mateo
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, vivía un niño llamado Mateo. Mateo era muy curioso y siempre estaba buscando maneras de ayudar a los demás.
Un día, mientras paseaba por el parque del pueblo, vio a una anciana triste sentada en un banco. - ¿Está bien señora? - preguntó Mateo con preocupación. La anciana levantó la mirada y le sonrió débilmente.
- Estoy bien, solo estoy un poco triste porque no tengo nadie con quien hablar - respondió ella. Mateo sintió mucha compasión por la anciana y decidió hacer algo para alegrarle el día. Recordó lo que su abuela siempre le decía: "Haz bien y no mires a quien".
Decidió invitar a la anciana a tomar un helado en la heladería del pueblo. La cara de la anciana se iluminó al instante y aceptó gustosamente la invitación.
Mientras disfrutaban de sus helados, comenzaron a conversar sobre muchas cosas: sus familias, sus sueños e incluso compartieron algunas risas. Después de ese encuentro, Mateo visitaba regularmente a la anciana en el parque. Pasaban horas charlando juntos y cada vez que se despedían, ambos tenían una gran sonrisa en sus rostros.
Un día, mientras caminaba hacia el parque para encontrarse con su nueva amiga, Mateo escuchó unos ruidos extraños provenientes del callejón cercano. Se acercó sigilosamente y descubrió que había unos niños mayores molestando a otro niño más pequeño.
- ¡Déjalo en paz! - gritó Mateo mientras se abría paso entre ellos. Los niños mayores se sorprendieron al ver a Mateo plantándose frente a ellos. Pero Mateo no tenía miedo, sabía que debía hacer algo para ayudar al niño indefenso.
- ¿Qué te importa? ¡Es solo un mocoso! - respondió uno de los niños mayores. Mateo recordó las palabras de su abuela y decidió actuar con valentía y compasión. Se acercó al niño más pequeño y lo ayudó a levantarse.
- A mí me importa porque todos merecen respeto y amabilidad. No importa quién sea, siempre puedo hacer algo bueno por los demás - dijo Mateo con determinación.
El niño más pequeño sonrió y le dio las gracias a Mateo. Juntos, caminaron hacia el parque donde la anciana los esperaba ansiosa por escuchar sus aventuras del día.
A medida que pasaba el tiempo, la historia de cómo Mateo había defendido al niño más pequeño comenzó a extenderse por el pueblo. La gente estaba inspirada por su valentía y generosidad, y pronto muchos otros niños comenzaron a seguir su ejemplo.
Mateo se convirtió en un verdadero héroe local, pero más importante aún, inspiró a toda la comunidad para hacer el bien sin importar quién fuera la persona que necesitara ayuda.
Y así fue como Villa Esperanza se convirtió en un lugar lleno de bondad y solidaridad, donde cada persona entendió el valor de "hacer bien sin mirar a quien".
FIN.