La valentía de ser diferentes
Había una vez en un pequeño pueblo llamado Frutalandia, donde todas las frutas y verduras vivían felices.
En este lugar mágico, cada alimento era especial y único, pero también tenían algo en común: todos eran hijos de dos frutas o verduras. En Frutalandia existía una escuela muy especial llamada "La Escuela de la Diversidad", donde los niños aprendían sobre la importancia de aceptar y valorar a los demás, sin importar sus diferencias.
En esta escuela, había un grupo de amigos inseparables: Manolo el tomate y Clara la manzana. Ambos eran muy diferentes físicamente, pero eso no les impedía ser grandes amigos.
Un día soleado, mientras Manolo y Clara jugaban bajo un árbol, llegó corriendo Tommy el plátano con una noticia emocionante. -¡Amigos! ¡Tengo una gran idea! ¿Qué les parece si organizamos un concurso para encontrar a las frutas y verduras más valientes de todo Frutalandia? Clara se emocionó mucho con la idea del concurso.
-¡Sí! Será genial ver qué tan valientes somos todos juntos. Manolo se mostró un poco preocupado. -Pero... ¿qué pasa si no somos lo suficientemente valientes? Tommy sonrió amablemente e intentó tranquilizarlo. -Todos tenemos nuestras propias fortalezas, Manolo.
No tienes que ser el más valiente para ganar el concurso. Lo importante es dar lo mejor de ti mismo. Animados por las palabras de Tommy, los tres amigos comenzaron a organizar todo para el gran evento.
Prepararon carteles coloridos anunciando el concurso y los colocaron por todo el pueblo. Pronto, todos en Frutalandia estaban emocionados por la competencia. Llegó el día del concurso y todos se reunieron en la plaza principal.
Había frutas y verduras de todas las formas y colores imaginables. El jurado estaba compuesto por un grupo de frutas y verduras mayores, quienes evaluaban a cada participante según su valentía.
Uno a uno, los concursantes mostraban sus habilidades: saltos desde lo más alto de los árboles, carreras rápidas por el campo e incluso algunos trucos acrobáticos sorprendentes. Pero Manolo seguía preocupado, pensando que no tenía ninguna habilidad especial para mostrar.
Cuando llegó su turno, Manolo caminó hacia el escenario con una expresión nerviosa en su rostro. -No sé qué hacer... No soy tan rápido ni puedo hacer trucos impresionantes como los demás. Clara le dio un abrazo reconfortante. -No te preocupes, Manolo. Eres increíble tal como eres.
Solo muéstrales tu corazón valiente. Manolo tomó una bocanada de aire y decidió hacer algo inesperado: ¡comenzó a contar chistes! Uno tras otro, hizo reír a todo el público presente.
Su risa era contagiosa y pronto todos estaban riendo sin parar. El jurado quedó sorprendido por la valentía de Manolo al enfrentar sus miedos y decidieron otorgarle un premio especial: "La Fruta Más Divertida". Todos celebraron junto a él mientras recibía su merecido reconocimiento.
A partir de ese día, Manolo se dio cuenta de que la valentía no siempre se muestra en grandes hazañas físicas, sino en la capacidad de ser uno mismo y hacer felices a los demás.
Aprendió que cada fruta y verdura tenía su propia forma de ser valiente, ya sea siendo amable, generoso o simplemente mostrando su verdadera esencia. Desde entonces, en Frutalandia todos aprendieron a valorar las diferencias y a entender que la diversidad era lo que hacía al pueblo tan especial.
Los niños continuaron siendo grandes amigos y juntos enseñaron a todos que el amor y el respeto hacia los demás eran las claves para vivir en armonía.
Y así, Frutalandia se convirtió en un lugar donde la diversidad era celebrada cada día. Las frutas y verduras padre demostraron que no importaba cómo fueran por fuera, lo importante era su corazón lleno de amor y valentía.
FIN.