La valentía de Sofía y el bosque encantado
Había una vez, en un pequeño pueblo rodeado de montañas y árboles frondosos, una niña llamada Sofía. A Sofía le encantaba explorar y siempre soñaba con aventuras emocionantes. Sin embargo, había un lugar en el bosque cercano que todos los vecinos evitaban: el Bosque Encantado. Se decía que estaba habitado por criaturas mágicas y misteriosos fenómenos que asustaban a cualquiera que se atreviera a entrar.
Un día, mientras jugaba con sus amigos en el parque, escuchó un rumor entre las risas. "¿Sabían que en el Bosque Encantado hay un árbol que concede deseos?" - contó su amiga Clara, intentando hacer que sus amigos temieran aún más el lugar. "Pero sólo si llegas hasta él antes de que caiga la noche. Nadie se ha atrevido a intentarlo..." Sofía, con su mirada decidida, respondió:
"Yo iré!"
Sus amigos la miraron con ojos grandes y llenos de asombro. "¡Sofía, no! Es peligroso!" Exclamó Mateo, su amigo más cauteloso. Sofía sonrió, apretó su puño y dijo:
"Si hay un deseo esperando, tengo que intentarlo. Se necesita valentía para descubrir lo que es desconocido."
Así fue como, al amanecer del día siguiente, Sofía se levantó temprano, se preparó con su mochila llena de provisiones y se puso su gorra favorita, lista para la aventura. Mientras avanzaba hacia el bosque, sintió que el viento susurraba, como si le dijera que todo iba a estar bien.
A medida que se adentraba en el bosque, las sombras se alargaban y un silencio abrumador la envolvía. Pero ella no se detuvo. Con cada paso que daba, su corazón latía más rápido, pero se recordó a sí misma que la valentía era no dejarse vencer por el miedo. Justo cuando pensó que tal vez se estaba alejando demasiado de casa, escuchó un extraño sonido.
"¿Quién anda ahí?" - gritó, sorprendiéndose de su propia osadía.
Al girar, se encontró cara a cara con un pequeño duende de orejas puntiagudas y una gran sonrisa. "¡Hola! Soy Lumo, el guardián del Bosque Encantado. He estado esperando a alguien como vos."
Sofía, aunque un poco asustada, se sintió intrigada. "¿Esperándome? Pero soy solo una niña!" - replicó.
"Exactamente. Solo una niña valiente puede encontrar el camino hacia el árbol del deseo. Ven, te mostraré la ruta, pero deberás superar tres pruebas”, dijo Lumo guiñándole un ojo. Sofía sintió una mezcla de emoción y temor, pero estaba decidida a seguir adelante.
La primera prueba era cruzar un puente colgante sobre un río que parecía muy profundo. Sofía miró hacia abajo y el miedo comenzó a apoderarse de su cuerpo, pero luego recordó por qué estaba allí.
"Yo puedo hacerlo, soy valiente" - se dijo mientras avanzaba paso a paso hasta llegar al otro lado, donde Lumo la esperaba, aplaudiendo.
La segunda prueba era diferente. Tenía que resolver una adivinanza de un viejo búho sabio que se posaba en una rama. "¿Qué es lo que nunca vuelve aunque le llames?" preguntó el búho. Sofía pensó con atención.
"¡El tiempo!" - exclamó con alegría. El búho asintió y le dio un pase mágico al siguiente nivel.
Por último, tuvieron que enfrentar una tormenta de luces brillantes, que representaban las dudas y temores de Sofía. "¡No pueden detenerme!" gritó, mientras corría con todas sus fuerzas, apretando los dientes. Cuando la tormenta desapareció, se sintió más fuerte que nunca.
Finalmente, guiados por Lumo, llegaron al árbol del deseo. Era enorme y brillaba con colores increíbles. Sofía sintió una gran emoción.
"Ahora, pide tu deseo" - dijo el duende. Sofía cerró los ojos y pensó en lo que realmente quería. No pidió un juguete ni dulces, sino que deseó que todos en su pueblo pudieran tener el valor de seguir sus sueños.
Cuando abrió los ojos, el árbol resplandeció intensamente y una suave brisa recorrió el bosque.
"Tu deseo ha sido escuchado. La valentía que has demostrado te acompañará siempre!" dijo Lumo mientras el árbol comenzaba a despedir pequeñas luces-.
Sofía regresó a su hogar llena de felicidad y, al contarles a sus amigos lo que vivió, todos comenzaron a sentir que también podían ser valientes. Con el tiempo, cada uno de ellos decidió buscar su propia aventura, apoyándose mutuamente. Sofía no solo había encontrado el deseo, sino que ahora era un verdadero ejemplo de valor para todos.
Así, Sofía entendió que no se trata solo de ser valiente, sino de inspirar a otros a serlo también.
Y desde ese día, el Bosque Encantado dejó de asustar a los vecinos, convirtiéndose en un lugar de aventuras compartidas y sueños cumplidos. Sofía se transformó en una heroína del barrio, no por conquistar el bosque, sino por enseñar a los demás a enfrentar sus propios miedos.
FIN.