La valiente gallina y sus pollitos



Había una vez, en una granja tranquila, una gallina llamada Clara. Clara era una madre gallina gallarda que pasaba sus días cuidando de sus adorados pollitos: Pipo, Pita y Polo. Cada mañana, Clara les enseñaba sobre el mundo que los rodeaba.

"¡Vamos, pollitos! Hoy vamos a explorar el bosque que está detrás de la granja!" les decía Clara con entusiasmo.

"¡Sí, mamá!" gritaban los pollitos al unísono, llenos de emoción.

Un día, mientras jugaban cerca del bosque, Clara escuchó un extraño sonido.

"¡Mis pollitos, quédense aquí! Voy a investigar ese ruido", les dijo, tratando de ser valiente.

"Pero mamá, queremos ir contigo!" protestó Pipo, el más aventurero de los tres.

"No, mis amores. Es mejor que se queden aquí, se los prometo, estaré bien", gritó Clara al tiempo que se acercaba al lugar de donde provenía el sonido.

Al llegar, Clara vio un pequeño zorro atrapado en una trampa.

"¡Oh, pobrecito!" exclamó ella.

"¡Ayuda! ¡No puedo salir!" lloraba el zorro.

Aunque tenía un poco de miedo, Clara se acercó con precaución.

"No te asustes, pequeño. Voy a ayudarte", le dijo. El zorro la miró con sorpresa.

"¿Tú me ayudarás?" preguntó.

"Sí, todos merecen una segunda oportunidad, incluso si son un poco diferentes."

Con todas sus fuerzas, Clara logró liberar al zorro de la trampa. Él, agradecido, dijo:

"¡Gracias! Nunca pensé que una gallina pudiera ser tan valiente. Soy Tiko, el zorro!"

"Encantada, soy Clara. Pero no puedo quedarme aquí, mis pollitos me están esperando", respondió Clara.

Tiko decidió acompañarla de regreso. Cuando llegaron a donde estaban Pipo, Pita y Polo, los pollitos se asustaron al ver al zorro.

"¡Mamá, un zorro! ¡Nos va a comer!" dijeron, temblando.

"No, mis queridos, Tiko es nuestro amigo. Él necesita un lugar donde vivir. Se quedó atrapado y lo ayudé", explicó Clara.

"¿Ayudar a un zorro?" preguntó Pita, confundida.

"Sí, porque todos necesitamos ayuda a veces. Además, Tiko puede ser un gran amigo. ¿No creen?" sugirió Clara.

"Claro, pero..." dudó Polo, "¿será seguro?"

"Lo prometo, voy a protegerlos. Se los juro", dijo Tiko, con sinceridad.

Con el tiempo, los pollitos comenzaron a confiar en Tiko.

"¿Puedo jugar con ustedes?" preguntó Tiko, emocionado.

"¡Claro! Pero debes ser amable y no asustarnos", respondió Pipo, con un guiño.

Juntos, los cuatro pasaron días estupendos jugando en el campo, aprendiendo unos de otros. Tiko les enseñaba sobre el bosque y cómo sobrevivir en él, mientras que Clara les impartía sus conocimientos sobre la granja. Un día, decidieron hacer una carrera por la tierra.

"Yo seré el juez", dijo Clara.

"¡Yo ganaré!" gritó Pipo con determinación.

"¡No, seré yo!" contestó Pita, con gran entusiasmo.

Al final, todos llegaron a la meta casi al mismo tiempo, y la risa resonó en el aire.

"No importa quién ganó, lo importante es que estamos juntos, ¡y eso es lo que cuenta!" exclamó Clara felizmente.

Un día, mientras exploraban, Tiko se asustó al ver a unos cazadores a lo lejos.

"¡Debemos escondernos! No puedo dejar que me atrapen", dijo Tiko, asustado.

"Muy bien, escóndete detrás de nosotros", respondió Clara.

"¿Tú te arriesgarías por un zorro?" preguntó Polo.

"Sí. La amistad va más allá de cualquier temor", dijo Clara con valentía.

Los cazadores se acercaron cada vez más, pero Clara y sus pollitos se pusieron en fila, protegiendo a Tiko detrás de ellos.

"¡Aléjense de nuestro amigo!" gritó Pita con todos sus pulmones.

Los cazadores, sorprendidos por la audaz gallina y sus pollitos, desistieron y se marcharon.

"¡Lo lograste, Clara!" gritó Tiko emocionado.

"Nunca dudé de que la amistad puede superar cualquier adversidad", respondió Clara con una sonrisa.

Desde ese día, Clara, Pipo, Pita, Polo y Tiko formaron un lazo inquebrantable. Juntos aprendieron que la valentía, la amistad y la solidaridad son las cosas más importantes en la vida.

"Ser diferente es lo que nos hace especiales", dijo Clara una tarde mientras miraban la puesta del sol.

"Y siempre hay que ayudar a los que lo necesiten", agregó Tiko.

"¡Sí!" gritaron los pollitos. Y así, vivieron felices, recordando siempre la lección que habían aprendido: que la verdadera amistad no conoce barreras.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!