La valiente Margarita Soliz



En una cabaña alejada en el bosque, vivía una joven llamada Margarita Soliz. Con solo 14 años, Margarita era una chica llena de curiosidad y energía, pero también un poco triste. Había sido criada por sus tatarabuelos, Don Mateo y Doña Rosa, dos ancianos de un siglo que siempre parecían estar en desacuerdo. A menudo, Margarita se sentaba en su columpio de afuera y miraba hacia el horizonte, preguntándose por qué sus padres la habían dejado cuando solo era una bebé.

Una tarde, mientras buscaba una caja de juguetes viejos en el altillo, Margarita escuchó un ruido extraño. Sigilosamente, subió las escaleras crujientes y, al abrir la puerta del ático, un shock la hizo detenerse en seco. Allí, atados y con caras llenas de miedo, estaban sus padres.

"¡Mamá! ¡Papá!" exclamó Margarita, con lágrimas en los ojos.

"Margarita, ¡no! No puedes quedarte aquí. Tus tatarabuelos son peligrosos y nos han mantenido prisioneros desde que naciste" dijo su madre temblando.

"Nosotros solo queríamos protegerte", agregó su padre, con un hilo de voz.

Margarita sintió como si el mundo se le hubiese caído encima. Todo lo que creía saber sobre su familia parecía estar basado en mentiras. Con el corazón latiendo a mil por hora, se preguntó cómo había podido no darse cuenta.

Decidida a cambiar su destino, Margarita puso en marcha un plan. Tenía que rescatar a sus padres y liberarse de la influencia de sus tatarabuelos.

Esa noche, esperó a que Don Mateo y Doña Rosa se quedaran dormidos. En cuanto escuchó los suaves ronquidos de sus tatarabuelos, se escabulló al ático.

"Voy a liberarlos. Aguanten, estoy aquí para ayudar" susurró.

"Sigue con cuidado, Margarita. Están muy alerta", la advirtió su madre, mientras ella desataba los nudos con manos temblorosas.

Finalmente, logró liberar a sus padres. Quietamente, salieron del ático y escaparon por una de las ventanas traseras. Pero antes de que pudieran correr, oyeron que las puertas de la cabaña se abrían. Don Mateo estaba despierto.

"¡Margarita! ¿Dónde estás?" gritó, su voz hacía eco en la oscuridad.

Con el corazón en la garganta, Margarita y sus padres no tenían tiempo que perder.

"Rápido, por aquí" murmuró el padre, señalando hacia el bosque. Corrieron entre los árboles, escuchando los ecos de los gritos de Don Mateo, que se perdían a lo lejos.

Después de varios minutos corriendo, llegaron a un claro. Allí, Margarita se dio vuelta y los miró a sus padres, por primera vez en su vida sintió que tenía una familia.

"Ahora somos libres, Margarita. Pero tenemos que desechar el miedo. Nos quedamos juntos, y jamás permitiremos que ellos nos atrapen otra vez", dijo su madre, acariciando su cabello.

De repente, sonaron pasos detrás de ellos.

"No podemos dejar que nos alcancen. Dediquémonos a encontrar un lugar seguro", sugirió su padre.

Margarita sintió por un instante el miedo volver, pero entonces recordó a su madre y a su padre. Juntos eran más fuertes. Enfrentaron al miedo juntos.

Con determinación, comenzaron a caminar hacia el amanecer, dejando atrás la cabaña de los secretos y los temores. Margarita se dio cuenta de que su vida iba a cambiar. Tenía el poder de enfrentar cualquier adversidad.

Inspira a otros a encontrar su propia voz, a luchar por su libertad y a nunca permitir que el miedo les diga quiénes pueden ser. Desde aquel día, Margarita Soliz no solo era una niña solitaria; era una heroína, capaz de desafiar cualquier adversidad y abrazar con valentía la vida que la esperaba.

La historia de Margarita recuerda a los niños que muchas veces, a pesar de las circunstancias, la valentía y el amor pueden triunfar sobre los obstáculos del pasado. Sin importar cuán oscuros sean los momentos, siempre hay esperanza en el camino hacia la luz.

FIN.

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