La Vaquita Egoísta y el Jardín Compartido
Había una vez, en una pradera verde y brillante, una vaquita llamada Vicky. Vicky era muy querida por todos los animales, pero tenía un problemita: era bastante egoísta. Siempre decía: "¡Este es mi pasto! ¡No toquen mi comida!"- y a menudo no compartía sus juguetes con sus amigos.
Un día, mientras la vaquita jugaba sola en un rincón del campo, se encontró con un grupo de conejitos muy alegres. Estaban jugando a construir una gran torre de zanahorias.
"¡Mirá qué divertido, Vicky! Vení a jugar con nosotros!"-, lo invitaron los conejitos.
Vicky, con una sonrisa que ocultaba un poquito de envidia, respondió: "No, gracias. Estoy bien sola."- Y se dio la vuelta. Pero al escuchar las risas de los conejitos, su corazón se llenó de tristeza. Era mucho más divertido jugar en grupo, pensó.
Decidió acercarse a ver lo que hacían. Pero al llegar, notó que se habían quedado sin zanahorias. "¡Ay! No hay más zanahorias para jugar!"- exclamó uno de los conejitos.
Vicky, por un momento, sintió la tentación de ofrecerles algunas de las suyas, pero instantáneamente pensó: "No quiero compartir. ¡Son mías!"- En su interior, se sentía más triste por estar sola que por cuidar su comida.
Justo en ese momento, apareció una linda oveja llamada Oliviana, que también se sentía un poco sola. "Hola, Vicky! ¿Por qué no te unes a los conejitos? Se están divirtiendo mucho."-
Vicky dudó. "Pero ellos no tienen zanahorias..."-
Oliviana sonrió y dijo: "Podés ayudarlos a hacer más de esas torres, y ellos compartirán la diversión con vos. A veces, cuando compartimos, lo que ganamos es mucho más grande que lo que perdemos."-
Vicky decidió escuchar a Oliviana. "Bueno, tal vez si traigo algunas zanahorias y juego, se sienta mejor,"- pensó, aunque sintió un nudo en su pancita cuando juntó sus zanahorias.
Cuando regresó, los conejitos estaban al borde de la desesperación. "¿Por qué no venís a jugar de nuevo, Vicky?"- preguntó uno de ellos.
Vicky, con un suspiro, sacó sus zanahorias. "Tomá, les traje algunas para que podamos construir la torre más alta de todas!"-
Los conejitos se iluminaron. "¡Gracias, Vicky! ¡Eres la mejor!"- exclamaron, y juntos comenzaron a apilar las zanahorias. Para sorpresa de Vicky, ¡fue increíblemente divertido! Se reían, compartían historias y construyeron la torre más grande que jamás habían visto.
En un giro inesperado, mientras estaban jugando, una ráfaga de viento sopló y ¡la torre de zanahorias se desarmó! Pero en vez de estar tristes, todos comenzaron a reír. "Podemos empezar de nuevo!"- dijo uno de los conejitos.
Vicky sintió algo que jamás había sentido antes: pura felicidad. "¡Sí! ¡Vamos a hacerlo juntos!"- gritó, y de tan emocionada, se unió a la carcajada general.
Desde ese día, Vicky aprendió que compartir no solo le daba felicidad a los demás, sino que también la hacía sentir feliz a ella. La pradera se volvió un lugar lleno de risas, juegos y, lo más importante, mucha amistad. Y así, Vicky la vaquita egoísta se convirtió en Vicky la vaquita generosa, conocida por todos como la mejor amiga de los conejitos y todos los demás animales del campo.
Fin.
FIN.