La Vaquita Voladora
En una tranquila granja de la Pampa argentina, vivía una vaquita llamada Violeta. A diferencia de las demás vacas, Violeta tenía un sueño muy particular. Ella quería volar como los pájaros en el cielo. Sus amigas, las vacas, se reían de ella cuando lo contaba.
"Violeta, las vacas no vuelan. ¡Qué idea tan loca!" - decía Flor, la vaca más grande de la granja.
Pero Violeta no se desanimaba. Cada día miraba al cielo, observando cómo volaban las gaviotas y los cóndores. Un día decidió que debía hacer algo al respecto. Se acercó al gallo Ramón, que siempre tenía ideas ingeniosas.
"Ramón, ¿tú crees que exista la forma de que pueda volar?" - preguntó Violeta.
"Claro que sí, Violeta. Tal vez deberías construir unas alas. Podrías usar cartones y unos trozos de tela" - explicó Ramón con entusiasmo.
Esa misma tarde, Violeta se puso manos a la obra. Recogió cartones de la granja y pidió ayuda a su amiga la oveja, Lana, que siempre tenía hilos de colores.
"Vamos a hacer unas alas que se vean hermosas, Violeta" - dijo Lana mientras cosía.
Pasaron días trabajando. Se reían y disfrutaban el tiempo juntas, pero a veces, Violeta dudaba.
"¿Y si no funcionan, chicas?" - preguntó Violeta mientras miraba las alas terminadas.
"Lo importante es que lo intentaste y te divertiste en el proceso" - contestó Lana, ofreciéndole un abrazo.
Finalmente, llegó el gran día. Con las alas atadas a su espalda, Violeta subió a una colina. Su corazón latía con fuerza y sus piernas temblaban. Las otras vacas y los animales de la granja la miraban con curiosidad.
"¿Estás lista, Violeta?" - preguntó Ramón, animándola.
"¡Voy a intentarlo!" - dijo Violeta, sintiendo el aliento del viento en su rostro.
Contó hasta tres y se lanzó colina abajo. Al principio, se sintió como si se estuviera deslizándo, pero de repente, las alas comenzaron a abrirse. ¡Violeta estaba volando! No como un pájaro, sino como un pequeño paracaídas. Rió de felicidad mientras sus amigos la miraban boquiabiertos.
Pero, mientras volaba, una corriente de aire fuerte la desvió de su camino. Fue así que se encontró en medio del cielo, una situación inesperada que jamás había imaginado. Desde las nubes, observó el paisaje que tanto amaba, pero también se dio cuenta de que estaba un poco asustada.
"¡Ay no! ¿Cómo voy a volver?" - gritó mientras trataba de mantener el equilibrio.
Con esfuerzo, Violeta recordó que tenía que pensar en su hogar, en sus amigas que la esperaban. Así que se concentró y comenzó a mover sus alas hacia abajo, intentando descender con suavidad. Al ver el suelo más cerca, se armó de valor y gritó.
"¡Voy a aterrizar! ¡Ayúdenme a volver!" - pidió al viento.
Las vacas y otros animales, asombrados por su valentía, comenzaron a animarla.
"Todo va a estar bien, Violeta! ¡Tú podés!" - gritó Ramón.
Con la fuerza del viento, Violeta finalmente logró aterrizar en un campo cercano. Justo donde las flores eran más brillantes y suaves.
Al caer, sus amigas corrieron hacia ella.
"¡Lo lograste, Violeta! ¡Volviste!" - exclamaron todas las vacas emocionadas.
Aunque Violeta había tenido una experiencia aterradora, también se sintió más valiente que nunca. Había volado, había visto el mundo desde el aire y lo había superado. Con el tiempo, se dio cuenta de que no necesitaba alas para ser especial. Lo más valioso era seguir sus sueños y nunca rendirse.
Desde ese día, la granja fue un lugar más alegre. Violeta continuó soñando, pero también enseñó a sus amigas que a veces lo importante era atreverse a intentar algo nuevo, sin importar lo locas que puedan parecer las ideas.
"Gracias por creer en mí. A veces, soñar con lo imposible nos hace vivir grandes aventuras" - dijo Violeta con una sonrisa.
Y así, la vaquita voladora se convirtió en la vaca más famosa de la granja, no solo por haber volado, sino por inspirar a todos los animales a soñar en grande y a nunca dejar de intentar.
Fin.
FIN.