La varita mágica de la confianza



Había una vez una niña llamada Sofía que vivía en un pequeño pueblo. Sofía era muy alegre y siempre estaba rodeada de amigos, pero había algo que la hacía sentirse diferente.

Había un niño llamado Mateo que le gustaba mucho, pero cada vez que intentaba hablarle, se ponía tan nerviosa que no podía articular palabra. Un día, mientras caminaba por el parque con su amiga Valentina, vio a Mateo jugando fútbol con sus amigos.

Sofía sintió mariposas en el estómago y decidió que era hora de enfrentar sus miedos. Valentina le dio ánimos y le dijo: "Sofía, sé valiente y habla con él. No tienes nada que perder".

Sofía asintió nerviosamente y se acercó al grupo de chicos. Pero justo cuando iba a decir algo, tropezó con una piedra y cayó al suelo. Todos los chicos rieron y Sofía se sintió aún más avergonzada. Desanimada, corrió hacia su casa sin decir una palabra más.

Se encerró en su habitación llorando pensando que nunca podría superar su timidez. Esa noche, mientras estaba acostada en la cama mirando las estrellas desde su ventana, escuchó un ruido extraño afuera.

Curiosa, salió de su habitación para investigar. Cuando abrió la puerta principal, se encontró con un pequeño duende verde sentado en el jardín. El duende parecía estar triste así que Sofía se acercó a él preguntándole qué le pasaba.

El duende respondió con una voz triste: "Sofía, soy el duende de la confianza y he perdido mi varita mágica. Sin ella, no puedo ayudar a nadie a superar sus miedos". Sofía sintió empatía por el duende y decidió ayudarlo a encontrar su varita mágica.

Juntos buscaron en todo el jardín hasta que finalmente la encontraron debajo de un montón de hojas.

El duende se emocionó tanto que le dio un abrazo a Sofía y le dijo: "¡Gracias por tu ayuda! Como recompensa, te daré un poco de mi magia para que puedas hablarle a Mateo sin sentirte nerviosa". Sofía aceptó felizmente y al día siguiente fue nuevamente al parque donde vio a Mateo jugando fútbol.

Esta vez, en lugar de quedarse callada, se acercó decidida y le dijo: "-Hola Mateo, me encanta cómo juegas al fútbol". Mateo sonrió sorprendido y respondió: "-¡Gracias! A mí también me gusta mucho jugar.

¿Quieres unirte?"Desde ese día, Sofía dejó atrás su timidez gracias a la varita mágica del duende de la confianza. Se convirtió en una niña valiente que no tenía miedo de expresar lo que sentía.

A medida que pasaba el tiempo, Sofía y Mateo se hicieron buenos amigos e incluso comenzaron a compartir más momentos juntos fuera del parque. Y todo esto fue posible porque Sofía aprendió que enfrentar sus miedos era la única manera de lograr lo que realmente deseaba.

Así es como Sofía descubrió que, aunque los miedos pueden parecer grandes e intimidantes, siempre hay una forma de superarlos y encontrar la valentía dentro de uno mismo.

FIN.

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