La Varita Mágica de Tomás



Había una vez en un pequeño barrio de una ciudad argentina, un niño llamado Tomás. Tomás era un niño pobre, pero tenía una gran imaginación. Sus padres, preocupados por la situación económica de la familia, a menudo lo trataban mal, sin entender el mundo mágico que vivía en su cabeza.

Un día, mientras exploraba un viejo basurero, Tomás encontró algo brillante entre los desechos. Era una varita mágica que irradiaba un suave resplandor. Con una sonrisa de alegría, la tomó en sus manos y, al agitarla, escuchó un ligero susurro que decía: "Con poder viene responsabilidad".

"¿Qué significa eso?", murmuró Tomás mientras jugaba con la varita.

Desde ese día, la varita le otorgó habilidades excepcionales. Podía volar, hacer aparecer comida deliciosa y transformar objetos comunes en cosas extraordinarias. Pero había un detalle: sus poderes sólo funcionaban si los usaba para hacer el bien.

Tomás decidió primero ayudar a sus amigos en la escuela.

"Hoy les voy a mostrar algo increíble!", exclamó a sus compañeros mientras sacaba la varita.

Con un movimiento, hizo que un montón de flanes aparecieran ante ellos. Todos estaban maravillados y le aplaudían. Sin embargo, cuando elevó a uno de sus amigos por los aires, un grupo de chicos empezó a murmurar.

"Eso no es justo, Tomás. No necesitas una varita para ser especial. Él no puede volar porque no tiene una".

Tomás se sintió mal, y comprendió que la varita no podía solucionarlo todo. Entonces decidió usar su habilidad para ayudar a su barrio. Creó un pequeño jardín en su patio, lleno de flores y vegetales.

Un día, mientras estaba cuidando el jardín, su madre apareció gritando.

"¡Tomás! ¡Dejá de perder tiempo con esas cosas y ven a hacer las tareas!".

Tomás bajó la cabeza, sintiéndose pequeño. Sin embargo, decidió que podía hacer algo significativo.

"Está bien, mamá, pero tengo una idea. Si me ayudas a cuidar el jardín, prometo que podrés disfrutar de la comida que crezca".

Su madre se detuvo, sorprendida por la propuesta. Nunca habían trabajado juntos. Y aunque al principio dudó, decidió intentarlo. Por primera vez, pasaron tiempo juntos en el jardín. La varita les ayudó a hacer crecer las plantas de manera rápida y mágica. Pronto, el jardín se volvió un lugar de alegría, lleno de frutas y verduras.

Con el tiempo, los padres de Tomás comenzaron a prestar atención a su esfuerzo. A medida que la familia se unía para cuidar el jardín, las discusiones empezaron a disminuir. Tomás utilizó la varita para hacer crecer más alimentos y compartirlos con los vecinos. Pronto, todo el barrio comenzó a ayudar en la huerta y todos estaban mucho más felices.

Un día, mientras Tomás ayudaba a los vecinos, encontró una nota en su varita que decía: "El verdadero poder no está en lo que puedes hacer, sino en cómo tocas la vida de los demás".

Con una gran sonrisa, Tomás miró a su alrededor y se dio cuenta de que había transformado no sólo su jardín, sino también la relación con sus padres y vecinos. Ellos aprendieron a valorarlo y a apreciar su bondad.

Desde ese día, Tomás decidió que compartiría su varita sólo con aquellos que quisieran hacer el bien.

"Esto es más que magia", les dijo a sus amigos. "Es sobre ayudarnos mutuamente y construir un mundo mejor juntos."

Con esto, Tomás aprendió que a veces el verdadero poder reside en lo que hacemos por los demás y en la unión familiar.

Y así, el niño que había sentido que no tenía nada, encontró su mayor tesoro en el amor y el apoyo de quienes lo rodeaban. Con la varita mágica, sí, pero más importante aún, con un corazón lleno de bondad.

Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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