La varita mágica del duende travieso
Había una vez una reina llamada Isabella, que vivía en un hermoso castillo en el medio de un bosque encantado. La reina era muy querida por su pueblo, ya que siempre se preocupaba por el bienestar de todos.
Un día, mientras paseaba por el jardín del castillo, la reina encontró a una bruja llorando bajo un árbol. Se acercó a ella y le preguntó qué le pasaba.
La bruja, llamada Morgana, explicó que había perdido su varita mágica y sin ella no podía hacer ningún hechizo. Estaba desesperada porque no sabía cómo encontrarla. Isabella sintió compasión por la bruja y decidió ayudarla.
Juntas comenzaron a buscar en todo el bosque, pero la varita parecía haber desaparecido sin dejar rastro. Después de mucho buscar, la reina tuvo una idea brillante. Recordó que había escuchado historias sobre un duende travieso que solía esconder cosas valiosas en su cueva secreta.
Sin perder tiempo, Isabella y Morgana se dirigieron hacia la cueva del duende. Cuando llegaron allí, encontraron al duende jugando con la varita mágica. -¡Hola! -saludó Isabella amablemente-. ¿Podrías prestarnos esa varita? Nuestra amiga Morgana la necesita para hacer sus hechizos.
El duende miró a las dos mujeres con curiosidad y luego sonrió traviesamente. -¡Claro que sí! Pero solo si me prometen organizar una gran fiesta en el castillo -dijo el duende con una risa maliciosa.
La reina y la bruja intercambiaron miradas sorprendidas, pero finalmente aceptaron el trato. Sabían que era la única forma de recuperar la varita. Al día siguiente, el castillo estaba lleno de risas y alegría.
La reina había invitado a todo el pueblo a celebrar la fiesta en honor al duende travieso. Había juegos, música y comida deliciosa para todos. Mientras tanto, Morgana usó su magia para preparar un hechizo especial como regalo para el duende.
Cuando llegó el momento de entregarlo, las dos mujeres se acercaron al duende con una caja brillante. -¡Aquí está tu regalo! -exclamó Isabella emocionada-. Esperamos que te guste. El duende abrió la caja con curiosidad y encontró un hermoso collar mágico dentro.
En ese momento, sintió tanta felicidad que decidió devolverles la varita sin pedir nada más a cambio. Morgana recuperó su varita con gratitud y le dio las gracias al duende por su generosidad.
Luego, ella y la reina se despidieron del pequeño ser mágico y volvieron al castillo. Desde aquel día, Isabella aprendió que no importa cuán difíciles sean los obstáculos en nuestro camino, siempre hay una solución si trabajamos juntos y somos amables con los demás.
Y así fue como la reina Isabella enseñó a su pueblo sobre el poder de la bondad y cómo incluso las situaciones más complicadas pueden resolverse con amor y comprensión.
FIN.