La vasija encantada de la bruja Wanda


Había una vez, en un pequeño pueblo de la Edad Media, una bruja llamada Wanda.

A diferencia de lo que todos creían sobre las brujas, Wanda era amable y siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás con sus pociones mágicas y hechizos benevolentes. Un día, mientras paseaba por el mercado del pueblo, Wanda se acercó a un grupo de niños curiosos que estaban escuchando atentamente a un anciano contar historias sobre la Edad Media.

La bruja sonrió y se unió al grupo, compartiendo datos curiosos y fascinantes sobre esa época tan lejana.

"¡Sabían que en la Edad Media la gente solía creer en seres mágicos como duendes y hadas? Incluso se decía que vivían en los bosques cercanos", les contó entusiasmada. Los ojos de los niños brillaron con emoción al escuchar las palabras de Wanda. Querían saber más sobre esos seres fantásticos.

La bruja les prometió contarles una historia especial si prometían prestarle atención cuando terminara su relato. Esa misma tarde, en su cabaña rodeada de árboles frondosos, Wanda reunió a los niños para cumplir su promesa.

Les explicó cómo los duendes del bosque eran criaturas bondadosas que disfrutaban ayudando a aquellos que eran amables con la naturaleza y con los demás. "Yo tengo una pequeña ayuda de estos duendes también", confesó Wanda mientras mostraba las hermosas vasijas y platos hechos de barro que vendía en el mercado.

"Ellos me enseñaron sus secretos para trabajar el barro y juntos creamos estas maravillas". Los niños quedaron maravillados al ver las creaciones de la bruja junto con los duendes del bosque.

Querían aprender más sobre cómo hacer magia con el barro y ayudar a crear nuevas piezas mágicas. Así comenzaron a pasar tardes enteras trabajando juntos, riendo y compartiendo historias mientras moldeaban el barro con cuidado.

Poco a poco, el rumor sobre las increíbles creaciones de la bruja Wanda y los niños se extendió por todo el pueblo. Las personas venían desde lejos para admirar las vasijas únicas llenas de magia creadas por esta inusual colaboración entre humanos y duendes.

La fama no cambió a Wanda ni a los niños; seguían siendo humildes y generosos compartiendo su arte con todos aquellos que lo apreciaban.

Y así, gracias al poder del trabajo en equipo entre seres diferentes pero unidos por un mismo propósito noble, demostraron que la magia verdadera reside en la bondad del corazón y en la colaboración desinteresada.

Y colorín colorado este cuento mágico ha terminado, pero siempre vivirá en aquellos dispuestos a creer en la belleza de lo extraordinario incluso en tiempos comunes como nuestra querida edad media.

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