La Venganza de las Aguas
Había una vez, en un futuro no tan lejano, un hermoso río llamado Zorba. Zorba era un río que había visto las maravillas de la naturaleza, pero también había sido testigo de cómo los humanos lo habían maltratado. Las fábricas tiraban desechos en él y la contaminación lo ensuciaba cada día más. Sin embargo, Zorba no era un río común. Era un río sabio que podía hablar con los animales y con las plantas que vivían a su alrededor.
Un día, mientras las aves volaban en círculos sobre su superficie, Zorba decidió que había llegado el momento de hacer algo. "¡Ya basta!", dijo con una voz profunda y resonante que hacía temblar la tierra. "No puedo seguir así. Necesito defender mi hogar y a todos mis amigos".
Las criaturas del bosque llegaron a escuchar su angustia. "¿Qué vas a hacer, querido Zorba?", preguntó una ardilla curiosa.
"Voy a mostrarles a los humanos el daño que le están haciendo a la naturaleza. Vamos a hacer que entiendan, por las buenas o por las malas".
Los animales, emocionados y un poco preocupados, decidieron ayudar a Zorba. "¿Cómo podemos hacerlo?", preguntó un ciervo.
"Convocaremos a los Espíritus del Agua. Ellos tienen el poder de inundar o secar. Pero debemos ser justos; solo usaremos su poder para mostrarles la verdad".
Así, cada tarde, Zorba comenzó a hablar con los Espíritus del Agua. Después de varias semanas, un grupo de ellos se sumó con un brillo místico en sus ojos. "Estamos contigo, Zorba. Pero recuerda, nuestra venganza no será violenta, sino una lección".
Una noche, Zorba decidió poner en marcha su plan. Con la ayuda de sus amigos y de los Espíritus, comenzó a hacer que el agua aumentara lentamente su nivel, cubriendo las fábricas que habían ensuciado su hogar. El agua era clara y brillante, como un espejo. Los humanos, aterrorizados, miraron cómo sus máquinas se inundaban.
Al día siguiente, los habitantes del pueblo se reunieron. "¿Qué está pasando?", preguntó un hombre asustado.
"El río está vengándose!" gritó una mujer con temor. Todos comenzaron a murmurar.
Entonces, Zorba, en un tono firme pero amistoso, les habló desde el agua. "¡Humano! , miren lo que han hecho. Han convertido un lugar lleno de vida en un desastre. No estoy aquí para hacerles daño, sino para hacerles entender. Cada acción tiene una consecuencia".
Los humanos, sorprendidos, comenzaron a darse cuenta de lo que habían hecho. No solo estaban arruinando el río, sino que también estaban afectando a todos los seres vivos que dependían de él.
"Por favor, Zorba. Queremos aprender. ¿Cómo podemos ayudar?", preguntó un niño del pueblo, con lágrimas en los ojos.
Zorba se sintió reconfortado por la pregunta del niño. "¡Así se habla! Lo más importante es cuidar el entorno. Dejen de tirar basura y comiencen a plantar árboles. Crear un espacio donde la naturaleza y los humanos convivan en armonía".
Con el tiempo, los habitantes del pueblo empezaron a limpiar el río, a organizar campañas de reforestación y a aprender sobre el respeto a la naturaleza. Pusieron carteles junto a las orillas que decían: “Cuidar el Río Zorba es cuidar nuestra vida”.
Zorba, satisfecho de ver a sus amigos humanos sentados a la orilla del río, sonrió. Hacía tiempo que no se sentía tan feliz. Los animales lo rodeaban, y todos celebraban juntos.
"No necesito venganza, solo responsabilidad y amor por la Tierra", decía Zorba. "Y así es como todos podemos vivir en paz".
Desde ese día, Zorba se convirtió en un símbolo de esperanza, y los humanos aprendieron a cuidar su entorno. El río nunca volvió a ser el mismo, y sus aguas brillaban con una luz especial, un recordatorio constante de que todo se puede transformar con entendimiento y amor.
FIN.