La Ventana de Lucía
Érase una vez en la pequeña ciudad de Villa Hockey, vivía una niña llamada Lucía. Desde muy pequeña, Lucía había tenido un amor innato por el hockey sobre hielo.
Pasaba horas y horas patinando en la pista local, soñando con convertirse en una jugadora profesional. Lucía era una niña valiente y apasionada, siempre dispuesta a enfrentar cualquier desafío que se le presentara.
Pero un día, mientras entrenaba intensamente para un importante torneo, sufrió una lesión en su pierna derecha que la dejó sin poder caminar por un tiempo. La noticia de la lesión se difundió rápidamente por toda Villa Hockey y todos los habitantes se preocuparon por Lucía.
El entrenador del equipo local decidió visitarla y llevarle ánimos. "Lucía querida, lamento mucho lo que te ha sucedido", dijo el entrenador con tristeza. "No te preocupes entrenador, sé que me recuperaré pronto", respondió Lucía con determinación.
A pesar de su optimismo, los días pasaban y Lucía no mostraba signos de mejoría. Estaba frustrada y desanimada al ver cómo sus compañeras de equipo seguían entrenando sin ella. Un día, mientras estaba acostada en su cama pensativa, escuchó unos ruidos extraños provenientes desde afuera de su ventana.
Se asomó curiosa y vio a un grupo de niños jugando hockey improvisado en el patio trasero de su casa. Inmediatamente sintió un impulso dentro de sí misma.
Aunque no podía moverse como antes, sabía que aún podía participar en el juego desde donde estaba. Así que, con la ayuda de su hermano menor, comenzó a dar indicaciones a los niños desde la ventana. "¡Pásame el disco!", gritaba Lucía emocionada.
Los niños se sorprendieron al escucharla pero rápidamente le pasaron el disco. "¡Ahora tira al arco!", exclamó Lucía con alegría. A pesar de no poder moverse físicamente, Lucía encontró una nueva forma de estar presente en el juego y ayudar a sus amigos.
Los días siguientes, los niños continuaron jugando en el patio trasero de Lucía mientras ella seguía dándoles instrucciones desde su ventana.
Un día, mientras observaba cómo sus amigos practicaban sus disparos al arco, Lucía notó que uno de ellos tenía dificultades para golpear correctamente el disco. Sin pensarlo dos veces, le pidió a su hermano que llevara su viejo palo de hockey hasta donde estaban jugando.
Cuando el niño recibió el palo, inmediatamente mejoró su técnica y logró anotar un gol espectacular. Todos celebraron emocionados y aplaudieron a Lucía por haberlo ayudado. Ese momento fue un punto de inflexión para Lucía.
Aunque aún no podía jugar físicamente como antes, descubrió que podía tener un impacto positivo en los demás desde donde estaba. Con cada día que pasaba, más niños se sumaban al juego en el patio trasero de Lucía y ella se convirtió en una mentora inspiradora para todos ellos.
Les enseñaba técnicas avanzadas del hockey e incluso les contaba historias sobre grandes jugadores profesionales. Finalmente llegó el día del torneo al que Lucía no pudo asistir. Pero en lugar de sentirse triste, se sentó junto a su ventana y animó a sus amigos desde allí.
El equipo de Villa Hockey ganó el torneo y todos los jugadores corrieron hacia la casa de Lucía para compartir la victoria con ella. La felicidad y el orgullo que sintió en ese momento fueron indescriptibles.
Aunque Lucía nunca volvió a jugar hockey de forma profesional, su lesión le enseñó una valiosa lección: el verdadero espíritu del deporte no reside solo en la competencia, sino también en el apoyo mutuo y la superación personal.
Y así, Lucía se convirtió en una leyenda viviente de Villa Hockey, recordada por siempre como "La Jugadora que Inspiró desde su Ventana".
FIN.