La ventana rota


Érase una vez en un pequeño pueblo de Argentina, vivía Bautista, un niño travieso y lleno de energía. Desde que aprendió a caminar, su pasión por el fútbol se convirtió en su razón de ser.

A todas horas del día, Bautista estaba jugando con su pelota en las calles del vecindario. Un día soleado, mientras pateaba la pelota contra la pared de su casa, algo inesperado ocurrió. La pelota rebotó tan fuerte que rompió una ventana vecina.

El corazón de Bautista se aceleró y sintió miedo por lo que había hecho. La dueña de la casa era Doña Rosa, una señora mayor conocida por ser bastante gruñona.

Cuando escuchó el ruido del vidrio rompiéndose, salió furiosa a la calle. "¡Bautista! ¡Eres un niño muy travieso! ¿No te das cuenta del daño que has causado?"- gritó Doña Rosa enfadada. Bautista bajó la cabeza avergonzado y respondió con timidez: "Lo siento mucho, Doña Rosa.

No fue mi intención hacerlo". Doña Rosa miró al niño con desconfianza pero decidió darle una oportunidad para corregir su error: "Escucha bien Bautista, si quieres arreglar esto debes trabajar para mí durante todo el verano".

Aunque no le hacía mucha gracia tener que trabajar en lugar de jugar al fútbol todos los días, Bautista sabía que debía asumir las consecuencias de sus acciones. Así que aceptó el trato de Doña Rosa.

Los días siguientes, Bautista se levantaba temprano y trabajaba en el jardín de Doña Rosa. Aunque al principio le costaba mucho, poco a poco fue aprendiendo a cuidar las plantas y a mantener todo ordenado.

La señora Rosa se sorprendió gratamente por la dedicación y esfuerzo que el niño ponía en su trabajo. Un día, mientras Bautista regaba las flores del jardín, notó que una de ellas estaba marchita. Recordando lo que había aprendido sobre el cuidado de las plantas, decidió investigar cómo revivirla.

Bautista buscó información en libros y en internet, y descubrió que la planta necesitaba más luz solar. Entonces se le ocurrió una idea: construir un pequeño invernadero para protegerla del frío invierno argentino.

Con ayuda de Doña Rosa, Bautista construyó un hermoso invernadero con materiales reciclados. Poco a poco, todas las plantas comenzaron a florecer nuevamente bajo su cuidado amoroso. La noticia del talento de Bautista como jardinero llegó a oídos del club deportivo local.

El presidente del club quedó impresionado por la habilidad del niño para hacer crecer las plantas y decidió ofrecerle una beca para estudiar agronomía cuando fuera mayor. Bautista no podía creerlo; su pasión por el fútbol lo había llevado hasta aquí.

Ahora tenía un futuro prometedor gracias al esfuerzo que puso en corregir sus errores y aprender nuevas habilidades. Desde aquel día, Bautista siguió jugando al fútbol, pero también se convirtió en un joven dedicado a cuidar y proteger la naturaleza.

Aprendió que no solo el deporte le apasionaba, sino también ayudar a los demás y hacer crecer cosas hermosas.

Y así, Bautista demostró al mundo que incluso los niños traviesos pueden encontrar su camino hacia el éxito si aprenden de sus errores y trabajan duro para corregirlos.

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