La Verdad de los Colorines



En un hermoso jardín lleno de flores y mariposas, se encontraba el aula de preescolar donde la psicóloga Rosa y la profe Martha enseñaban a un grupo de 23 pequeños llenos de energía y curiosidad.

Un día, mientras los niños jugaban al aire libre, la profe Martha decidió que era un momento perfecto para abordar un tema muy importante: la verdad.

"Niños, hoy vamos a contar un cuento muy especial sobre la verdad y las mentiras. ¿Quieren escuchar?" - preguntó la profe Martha, con una sonrisa.

"¡Sí!" - gritaron los niños al unísono.

La profe Martha comenzó: "Esta es la historia de un lugar mágico donde todos los colores vivían felices. En Colorín, el pueblo de los colores, cada color tenía su propia personalidad. Rojo era valiente, azul era tranquilo, amarillo era alegre, y así cada color tenía su propia esencia. En Colorín, todos los colores siempre decían la verdad, lo que hizo que fueran felices."

Los niños escuchaban con atención, fascinados por la historia. Rosa tomó la palabra para añadir: "Pero un día, un nuevo color llegó al pueblo. Era el color gris, que, a diferencia de los demás, siempre decía mentiras. "No quiero que me vean como un color aburrido", pensó el gris, y comenzó a contar historias que no eran ciertas. Por ejemplo: "Hoy vi un unicornio volando por el cielo", aunque en realidad nunca había visto uno.

Los demás colores empezaron a creerse las mentiras del gris. "¡Guau! , ¿un unicornio?" - exclamó amarillo. "Ese gris es tan interesante", dijo azul.

"Pero espera un momento" - intervino rojo, con espíritu crítico. "¿Por qué nunca hemos visto a ese unicornio?"

"No importa, lo que importa es que es divertido escuchar sus historias" - dijo verde, riéndose.

A medida que pasaban los días, el gris siguió diciendo mentiras y la felicidad en Colorín comenzó a desvanecerse. Los colores empezaron a pelear entre ellos, ya que cada uno quería creer en las fabulosas historias del gris. "¡No puede ser!" - decía azul, "Rojo, tú me dijiste que el gris tenía razón, ¡ahora tú también estás mintiendo!"

"¡Yo no miento! Solo trato de seguir el juego" - respondió rojo.

Rosa, viendo a los niños cada vez más intrigados, continuó la historia: "Un día, el Rey de los Colores decidió hacer una gran fiesta. Todos los colores estaban emocionados, pero el gris, en lugar de ayudar, dijo que no era necesario invitar a algunos colores, porque solo crearían problemas. Los colores, confundidos, se separaron de sus amigos."

"¿Y qué pasó entonces?" - preguntó una niña con ojos enormes.

"Cuando llegó el día de la fiesta, el gris se encontró solo. Nadie quería jugar con él, porque no podían confiar en sus palabras. El pueblo estaba vacío y triste, porque no había verdad, solo mentiras" - explicó la profe Martha con un tono melancólico.

Rosa tomó la posta: "Finalmente, el gris se dio cuenta de cómo sus mentiras habían alejado a sus amigos. Por ello, decidió presentarse ante el Rey y a todos los colores, y les dijo: 'Lo siento. He mentido y lastimé a todos. He aprendido que la verdad es importante para que podamos ser felices juntos.'"

Los colores, al escuchar esto, se sintieron conmovidos.

"Gracias, gris. Te perdonamos. Ahora todos podemos volver a ser amigos si prometes decir siempre la verdad" - dijeron los colores, llenos de alivio y alegría.

Rosa, mirando a los niños, sonrió: "Desde ese día, el gris comenzó a contar historias de la manera correcta y todos juntos aprendieron a valorar la verdad. Colorín se convirtió en un lugar aún más alegre donde todos podían expresarse sin miedo."

La profe Martha concluyó: "Y así, niños, el pueblo de Colorín se llenó de risas y diversión. La verdad siempre ayudó a los colores a ser felices y a estar unidos. Infinitas historias esperan cuando decimos la verdad. ¿Y qué aprendimos hoy?"

"¡Que siempre hay que decir la verdad!" - gritaron los niños emocionados.

"¡Exacto!" - dijo la profe Martha riendo. "Así podemos ser buenos amigos y disfrutar de cada día juntos".

Y desde aquel día, los niños de la clase de la profe Martha y Rosa aprendieron a contar la verdad y valorar la amistad, llenando sus días de colores y risas, sin lugar para las mentiras.

FIN.

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