La Verdad de Rufina



Era una hermosa tarde soleada en San Juan, y el aire estaba lleno de risas y juegos. Goldi el puma, Rufina la vizcacha, Roly el zorro y Pepe el puma decidieron jugar a las escondidas en el patio de la casa de Goldi.

"¡Contá, Goldi!" - gritó Roly con entusiasmo.

"Uno, dos, tres..." - comenzó a contar Goldi, mientras los demás corrían a esconderse.

Rufina, ansiosa por encontrar el lugar perfecto, tropezó y, accidentalmente, chocó con una mesita antigua donde estaba un delicado adorno de cerámica que pertenecía a la mamá de Goldi. El adorno se hizo añicos.

"¡Ay no!" - exclamó Rufina, muy asustada.

"¿Qué hiciste, Rufina?" - interrogó Roly, asomándose a ver lo que había pasado.

"No puedo decírselo a Goldi, ¿qué va a pensar?" - dijo Rufina, comenzando a sentir una enorme presión en su corazón.

El sonido del adorno rompiéndose había despertado a Goldi, quien, al llegar al lugar, vio la escena. Rufina, con los ojos grandes como platos, decidió no confesar lo que había ocurrido.

"Fue un accidente, pero no hay que decirle a Goldi..." - susurró Rufina a sus amigos.

Goldi, sin saber la verdad, se preocupó al ver el desastre.

"¿Qué pasó aquí?" - preguntó, mirándolos a todos.

"No lo sabemos, Goldi. Tal vez se cayó solo..." - mintió Roly, mirando a Rufina con complicidad.

Goldi se sintió devastado. Su mamá adoraba ese adorno y era un recuerdo muy especial. Sin quererlo, se llevó una gran carga al mentir y quedó muy triste. Al final del día, su mamá descubrió el adorno roto.

"Goldi, ¿qué pasó aquí?" - preguntó mamá, y él, lleno de miedo, no sabía qué responder.

Poco después, mamá decidió castigar a Goldi, creyendo que él había hecho el desorden.

"No hice nada, mamá. No fue mi culpa..." - protestó Goldi, sintiéndose cada vez más angustiado.

Esa noche, mientras todos dormían, Rufina se dio cuenta de que ocultar la verdad solo lo había empeorado todo. Decidió que al día siguiente hablaría con Goldi.

"Amigos, no puedo más. Tengo que decirle la verdad a Goldi, aunque me dé miedo. No fue justo que él fuera castigado." - expresó Rufina.

Al día siguiente, se reunió con todos. Con el corazón palpitante, se acercó a Goldi.

"Goldi, necesito hablarte..." - dijo con voz temblorosa.

"¿Qué pasa, Rufina?" - preguntó Goldi, sorprendida por su tono.

"Soy responsable del adorno que se rompió. Fue un accidente, pero decidí ocultarlo y eso no estuvo bien. Lo siento mucho."

Goldi la miró, sorprendido.

"Rufina, gracias por ser honesta. No estaba seguro de lo que había pasado, pero lo importante es que ahora sé la verdad." - dijo con una media sonrisa, aunque aún seguía preocupado.

"Y yo siento no haberte dicho antes. Lo último que quería era hacerte daño. Vamos a hablar con tu mamá juntos y a arreglarlo."

Con valentía, Rufina llevó a Goldi junto a su mamá.

"Mamita, quiero contarte lo que sucedió...." - comenzó Rufina, y le explicó todo.

La mamá de Goldi escuchó con atención y su rostro se suavizó.

"Entiendo, Rufina. A veces, las cosas pasan sin querer. Gracias por ser honesta. Esto es muy importante."

Goldi sonrió, sintiéndose aliviado al ver que su mamá comprendía.

"Lo que importa es que aprendimos algo valioso hoy. La verdad es siempre más importante que una pequeña mentira." - dijo Goldi con convicción.

Desde ese día, Rufina y sus amigos aprendieron la importancia de la honestidad y cómo ser sinceros con los demás, sin importar cuán difícil pudiera parecer. Todos siguieron jugando, mucho más felices por saber que siempre podían ser ellos mismos, sin miedo a ser castigados por contar la verdad.

Y así, en otra tarde soleada en San Juan, la amistad y la sinceridad alcanzaron el corazón de los cuatro amigos, para siempre.

FIN.

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