La Verdad de Sara
Era un día soleado en el pequeño pueblo de Florilandia. Las casas estaban pintadas de colores alegres y las flores llenaban cada rincón. Sara, una niña amable y curiosa, decidió salir a jugar con sus amigos, Tomás y Lila, junto a la mágica Laguna de los Secretos.
Mientras corrían, notaron algo brillante en el fondo de la laguna. Era un objeto plateado que había caído al agua.
"¡Mirá, Sara! ¡Esa cosa brilla!" - dijo Tomás, emocionado.
"Vamos a rescatarlo, ¿no?" - añadió Lila, entusiasmada.
Los tres amigos se acercaron a la orilla y comenzaron a buscar algo para sacar el brillante objeto. Mientras lo hacían, Sara, que era la más hábil, logró alcanzarlo con una rama larga. Sin embargo, en el intento, la rama se rompió y el pequeño objeto cayó de nuevo al agua.
"¡Oh no!" - exclamó Sara.
"¿Qué hiciste, Sara?" - preguntó Tomás, preocupado.
"Fue un accidente... no quise romper la rama..." - respondió ella, sintiéndose un poco culpable.
Después de varios intentos, finalmente lograron sacar el objeto. Era un antiguo medallón, reluciente y hermoso.
"¡Guau! Este medallón seguro tiene una historia increíble" - dijo Lila.
"Debemos averiguar a quién le pertenece" - agregó Tomás.
"Sí, pero primero debemos contar la verdad de cómo lo encontramos" - sugirió Sara.
De repente, apareció el Ángel de la Laguna, con sus alas brillantes y una sonrisa amable. Todo Florilandia lo conocía como el guardián de la laguna, y siempre estaba listo para ayudar a los niños que mostraban bondad y honestidad.
"Hola, pequeños. He estado observando su valiente aventura. Y me alegra ver que intentaron recuperar el medallón sin hacer daño a otros. ¿Qué tienen planeado hacer con él?" - preguntó el Ángel.
"Queremos devolverlo a su dueño, pero también queremos ser honestos sobre cómo lo encontramos" - respondió Sara con firmeza.
"Eso es muy noble, Sara. Las pruebas de la vida que enfrentamos son oportunidades para aprender. Y como has elegido decir la verdad, recibirás una bendición. " - dijo el Ángel, extendiendo su mano hacia ella.
Al instante, una luz suave iluminó a Sara, haciéndola sentir llena de energía y alegría.
"¡Qué mágico!" - exclamó Lila.
"Me siento bien, como si pudiera hacer cualquier cosa" - dijo Sara, sorprendida.
"A veces, la verdad puede abrir puertas que nunca imaginaste. Usen su valor y honestidad para hacer del mundo un lugar mejor" - aconsejó el Ángel antes de desaparecer en el aire.
Sara y sus amigos decidieron investigar más sobre el medallón. Hicieron preguntas a los ancianos del pueblo y, con el tiempo, descubrieron que pertenecía a una famosa artista que había pintado hermosos cuadros de la laguna. Su estudio había sido inundado y muchos de sus objetos habían desaparecido.
"¡Debemos llevarle el medallón!" - dijo Tomás.
"Sí, será un gesto muy bonito" - agregó Lila.
Al salir, decidieron visitarla y contarle sobre su hallazgo. La artista, emocionada al ver el medallón, les contó historias de su infancia y cómo había creado su arte inspirado en la belleza de la laguna. Al agradecerles, se dio cuenta de que no solo había recuperado un objeto, sino también un recuerdo muy especial.
Como agradecimiento, la artista invitó a Sara, Tomás y Lila a unirse a ella en un taller de pintura. Allá aprendieron sobre colores, formas, y sobre la importancia de expresar lo que se siente a través del arte.
"Estoy tan feliz de haber dicho la verdad y haber devuelto el medallón. ¡He aprendido tanto!" - dijo Sara, mientras comenzaba a pintar.
Desde aquel día, Sara se convirtió en una gran artista, usando sus obras para contar historias sobre la amistad, la honestidad y la belleza del lugar donde vivía. Y siempre recordaba que un pequeño acto de valentía y sinceridad puede traer grandes bendiciones a la vida.
Y así, en cada rincón de Florilandia, resonaba el eco de una niña que descubrió que la verdad no solo abre puertas, sino que también puede iluminar el corazón.
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FIN.