La Verdad Detrás del Gol de Messi



Había una vez un pequeño en un barrio de Rosario, Argentina. Su nombre era Lionel, aunque todos le decían Leo. Desde muy chiquito, Leo tenía un sueño: ser el mejor futbolista del mundo. Pero había un pequeño problema: Leo era muy bajito y muchos decían que no tenía la estatura ideal para jugar al fútbol.

Un día, mientras jugaba en la calle con sus amigos, uno de ellos dijo:

"¡No vas a llegar a ser un gran jugador! ¡Mirá que sos chiquito!"

Leo, en lugar de desanimarse, respondió con una sonrisa:

"Pero creo que lo más importante es la pasión que uno tiene, ¿no?"

Sus amigos se rieron, pero en el fondo, Leo sabía que tenía un fuego dentro de él que no se podía apagar. Todos los días, después de la escuela, se pasaba horas y horas en la cancha, entrenando solo o con amigos. Le encantaba recibir el balón, driblar, y soñar con meter el gol de la victoria.

Un día, mientras practicaba en la plaza, un hombre que pasaba por el lugar se detuvo a mirar.

"¡Ese chico tiene talento!"

La voz era de un ex jugador que estaba buscando jóvenes promesas para su equipo. El hombre se acercó y le dijo a Leo:

"¿Te gustaría probarte en un equipo?"

Los ojos de Leo brillaron como las estrellas.

"¿De verdad? ¡Sí, quiero!"

A la semana siguiente, Leo se presentó para la prueba. Pero lo que no esperaba era que todos los otros chicos eran más altos y más fuertes. Se sintió un poco inseguro al principio.

"¿Y si no me eligen?" -pensó Leo, mientras se ajustaba las medias.

Pero al momento de comenzar el entrenamiento, se olvidó de sus miedos. Corrió, se movió con gracia y la gente comenzó a murmurar:

"¡Miren cómo juega ese chiquito!"

Finalmente, después de varios días de pruebas, el entrenador lo llamó.

"Leo, te hemos seleccionado. Eres parte del equipo."

Leo no podía creerlo. Su sueño estaba comenzando a hacerse realidad. Pero no todo sería fácil. Días y días de práctica, mucho esfuerzo y sacrificio, hasta que llegó el día del primer partido. Leo estaba nervioso, sus piernas temblaban y sus manos sudaban.

"¿Qué pasa, campeón?" -le preguntó un compañero.

"No sé si soy lo suficientemente bueno..." -respondió Leo.

"Recuerda, diste el primer paso y eso es lo más importante. ¡A jugar!"

El partido comenzó y Leo estaba en el campo, pero se sentía pequeño entre los demás jugadores. Justo cuando estaba a punto de rendirse, recibió un pase perfecto y, como si el balón lo estuviera esperando, lo controló con una suave pisada y se lanzó hacia el arco.

Con un tiro rápido, ¡gol! El estadio estalló en vítores. Leo había marcado su primer gol.

"¡Lo logré!" -gritó lleno de alegría.

A partir de ese día, a Leo no lo paró nadie. Pasó el tiempo, Leo siguió creciendo, y no solo en altura, sino también como jugador. Trabajaba duro cada día, aprendiendo de sus errores y celebrando sus logros.

"Cada obstáculo es una oportunidad" -le decía su entrenador.

A lo largo de su carrera, enfrentó críticas, rivales fuertes y muchas caídas, pero siempre se levantó.

"No importa cuántas veces caiga, mientras mi corazón sigue en el juego, seguiré empujando" -solía decir a menudo.

Finalmente, después de muchos años de dedicación, Leo se convirtió en uno de los mejores futbolistas del mundo, y millones de chicos lo admiraban. Cuando le preguntaban sobre su éxito, sonreía y respondía:

"No se trata de ser el más alto o el más fuerte, se trata de amar lo que haces y nunca rendirte. En el fútbol, como en la vida, siempre hay lugar para soñar."

Y así, Leo continuó jugando, marcando goles y, sobre todo, inspirando a otros a perseguir sus sueños, sin importar cuán grande o pequeño te sientas.

Y colorín Colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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