La verdad grabada


Había una vez en un lejano supermercado de la ciudad de Buenos Aires, un joven llamado Gabriel que trabajaba como cajero. Gabriel era muy querido por sus compañeros y siempre estaba dispuesto a ayudar a todos.

Sin embargo, un día todo cambió para él. Un grupo de empleados comenzó a notar que faltaba dinero en la caja donde trabajaba Gabriel. Las sospechas recayeron sobre él, ya que era el único que tenía acceso directo al dinero.

A pesar de que Gabriel negaba rotundamente ser el responsable, nadie le creía. La noticia se extendió rápidamente entre los trabajadores y pronto todos lo señalaban con el dedo acusador.

Gabriel se sintió muy triste y desesperado al ver cómo todos dudaban de su honestidad. Intentó demostrar su inocencia explicando que alguien más podía haber tomado el dinero, pero nadie le creyó. Incluso el gerente del supermercado decidió suspenderlo mientras investigaban lo ocurrido.

"No puedo creer que piensen que yo robaría", se lamentaba Gabriel entre lágrimas. A pesar de todo, Gabriel decidió no rendirse y buscar la verdad por sí mismo.

Recordó que en las cámaras de seguridad del supermercado podían verse todas las transacciones realizadas en su caja ese día.

Con determinación, pidió permiso para revisar las grabaciones y finalmente encontró la prueba que necesitaba: ¡un cliente había realizado un cambio incorrecto y se llevó más dinero del debido sin darse cuenta! Con esta evidencia en mano, Gabriel corrió a mostrarle al gerente lo sucedido. El gerente quedó sorprendido al ver la verdad revelada y se disculpó con Gabriel por haber dudado de él.

"¡Lo siento mucho, Gabriel! Deberíamos haberte dado el beneficio de la duda antes de acusarte", dijo el gerente arrepentido. Finalmente, todos los compañeros de trabajo pidieron disculpas a Gabriel por no confiar en él desde un principio.

El joven aceptó las disculpas con bondad y les recordó lo importante que es siempre darle a cada persona la oportunidad de demostrar su honestidad. Desde ese día, en el supermercado todos aprendieron una valiosa lección: nunca juzgar sin pruebas claras y siempre creer en la buena voluntad de los demás.

Y así, Gabriel siguió trabajando con alegría sabiendo que la verdad siempre sale a la luz tarde o temprano.

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