La Verdadera Belleza
Había una vez, en un lejano reino, un príncipe llamado Santino. Era conocido por sus ojos celestes y su retrato oval de una joven que llevaba siempre consigo.
Sin embargo, había algo aterrador en la mirada del príncipe y muchos lo evitaban. Un día, el Rey decidió organizar un gran baile en honor al cumpleaños de la Princesa Isabella. Todos los nobles y habitantes del reino fueron invitados a asistir.
El príncipe Santino también fue invitado, pero nadie quería bailar con él por temor a su apariencia intimidante. Al enterarse de esto, la joven campesina Lucía sintió compasión por el príncipe y decidió acercársele.
A pesar de las advertencias de los demás, ella se armó de valentía y se acercó al príncipe durante el baile. "¿Príncipe Santino, me concedería el honor de bailar conmigo?"- preguntó Lucía tímidamente. El príncipe quedó sorprendido por la amabilidad y valentía de Lucía.
Con una sonrisa amable aceptó su invitación y juntos comenzaron a bailar en medio del salón. La música resonaba mientras ambos giraban elegante y graciosamente entre los demás invitados.
A medida que pasaba el tiempo, todos los presentes quedaron maravillados al ver cómo el príncipe Santino sonreía genuinamente gracias a la compañía de Lucía. Su mirada no era más aterradora sino llena de alegría.
La noticia sobre el baile llegó a oídos de la Reina Madre, quien decidió conocer a Lucía y ver si era cierto lo que decían. La Reina Madre quedó encantada con la joven campesina y le pidió que visitara el castillo para seguir alegrando al príncipe Santino.
Lucía aceptó la invitación y se convirtió en una amiga cercana del príncipe. Juntos exploraron los jardines del castillo, compartieron historias e incluso pintaron retratos ovalados de las cosas hermosas que encontraban en su camino.
Con el tiempo, Lucía descubrió que detrás de esa apariencia intimidante había un corazón noble y generoso en el príncipe Santino. Él había sido malentendido por mucho tiempo debido a su expresión facial única.
La amistad entre Lucía y el príncipe Santino inspiró a otros habitantes del reino a mirar más allá de las apariencias y valorar las verdaderas cualidades de una persona. Pronto, todos en el reino aprendieron que no se debe juzgar a alguien por su apariencia externa sino por sus acciones y bondad interior.
Y así, gracias a la valentía y compasión de Lucía, el príncipe Santino encontró felicidad junto a una verdadera amiga. Juntos enseñaron al reino una lección importante: nunca juzgues un libro por su portada, ya que dentro puede haber maravillosas sorpresas esperando ser descubiertas.
Desde aquel día, todos vivieron felices en ese reino donde la belleza interior brillaba más fuerte que cualquier aspecto físico.
Y el príncipe Santino siempre llevó consigo su retrato oval de Lucía, recordando que la verdadera belleza radica en el corazón.
FIN.