La verdadera belleza de Lola


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Saludable, donde vivía una niña llamada Lola. A diferencia de los demás niños de su edad, Lola siempre se preocupaba por tener la perfecta anatomía en su cuerpo.

Desde muy pequeña, Lola se pasaba horas frente al espejo mirando cada parte de su cuerpo y comparándose con las modelos de revistas y las estrellas de televisión. Siempre pensaba que le faltaba algo para ser tan hermosa como ellas.

Un día, mientras paseaba por el parque, Lola se encontró con una hada madrina muy especial. El hada le dijo que había escuchado sus pensamientos y que quería ayudarla a comprender la verdadera belleza que había en ella.

"Hola, querida Lola. He venido a mostrarte que la perfección no está en tener la anatomía ideal, sino en amarte tal como eres", dijo el hada con voz dulce. Lola estaba sorprendida y emocionada al mismo tiempo.

Nunca antes había conocido a un hada madrina y mucho menos esperaba escuchar esas palabras tan reconfortantes. "¿Qué quieres decir con eso?", preguntó Lola con curiosidad. El hada sonrió y sacó un espejo mágico de su bolsillo.

Le pidió a Lola que se mirara en él y le dijera qué veía. Lola obedeció y al mirarse vio reflejada una imagen diferente a la que acostumbraba ver en su espejo habitual.

En ese reflejo mágico, podía ver destellos de luz brillando alrededor de cada parte de su cuerpo: sus ojos chispeaban como estrellas, su sonrisa iluminaba todo el lugar y su corazón latía lleno de amor propio. "¡Wow! ¡Nunca me había visto así!", exclamó Lola maravillada.

El hada entonces le explicó que la verdadera belleza estaba en aceptarse a uno mismo tal como era, sin comparaciones ni críticas destructivas. Le enseñó que cada parte de su cuerpo tenía un propósito especial y único, haciéndola perfectamente imperfecta.

Con el tiempo, Lola comenzó a aplicar las enseñanzas del hada en su vida diaria. Dejó de obsesionarse con tener la perfecta anatomía según los estándares del mundo exterior y empezó a valorar lo hermosa que era desde adentro hacia afuera.

La gente notó el cambio en Lola: irradiaba confianza, alegría y amor propio. Se convirtió en inspiración para otros niños del pueblo, quienes aprendieron a apreciar sus propias cualidades únicas también.

Y así fue como Lola descubrió que la verdadera perfección no radicaba en tener la anatomía ideal externamente, sino en cultivar una mente sana y un corazón lleno de amor propio internamente. Y juntos vivieron felices para siempre valorando lo más importante: ser auténticos consigo mismos.

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