La Vereda de la Esperanza
Había una vez un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, donde las calles estaban llenas de baches y la vereda principal estaba completamente abandonada.
Los vecinos se quejaban constantemente por el estado deplorable en el que se encontraba, pero nadie hacía nada al respecto. Un día, el profesor Roberto decidió tomar cartas en el asunto y convocó a sus alumnos de 6to año, especialización en Maestro Mayor de Obras, para ayudar a construir una nueva vereda.
Los alumnos emocionados aceptaron el desafío sin dudarlo. Magalí, Santiago, Alexis, Anabella, Micaela, Joel, Priscila, Milagros, Nicolás, Patricio, Ignacio y Adriana eran un grupo muy diverso pero tenían algo en común: su pasión por construir y mejorar su entorno.
Jeremías era un niño nuevo en la escuela y estos serían sus primeros amigos. El profesor Roberto organizó una reunión con los vecinos del pueblo para pedir donaciones de materiales.
La comunidad respondió generosamente y pronto tuvieron todo lo necesario para comenzar la obra. Los días pasaban mientras los niños trabajaban incansablemente colocando ladrillos uno encima del otro. Al principio fue difícil entender cómo hacerlo correctamente, pero con paciencia y trabajo en equipo lograron aprender rápidamente.
Poco a poco la vereda empezó a tomar forma bajo las manos expertas de los jóvenes constructores. Los vecinos del pueblo se acercaban cada día para observar con admiración el progreso realizado por aquellos valientes estudiantes. Pero no todo sería tan fácil como parecía.
Un día llegó una fuerte tormenta que arrasó con todo lo construido hasta ese momento.
Los niños se sintieron desanimados y pensaron en abandonar, pero el profesor Roberto les recordó que los verdaderos héroes no se rinden ante las dificultades. Decididos a seguir adelante, los alumnos se levantaron temprano al día siguiente y comenzaron nuevamente la construcción de la vereda. Esta vez, tomaron medidas extras para asegurarse de que resistiera cualquier adversidad.
Con cada ladrillo colocado, los niños aprendían el valor del esfuerzo y la perseverancia. El trabajo en equipo se fortalecía cada día más y todos ellos se convertían en mejores personas. Finalmente, después de semanas de arduo trabajo, la vereda estuvo terminada.
Era hermosa y segura para que todos los vecinos pudieran caminar sin preocupaciones. El pueblo entero celebró este logro tan significativo. Los vecinos aplaudieron a los valientes estudiantes por su dedicación y compromiso con Villa Esperanza.
Desde aquel día, la vereda abandonada se convirtió en un símbolo de esperanza y superación para toda la comunidad. Los niños comprendieron que con esfuerzo y determinación podían cambiar su realidad.
Y así fue como Magalí, Santiago, Alexis, Anabella, Micaela, Joel, Priscila, Milagros, Nicolás, Patricio, Ignacio Adriana y Jeremías demostraron al mundo que no hay obstáculo demasiado grande cuando trabajamos juntos por un objetivo común.
FIN.