La victoria de la amistad



Había una vez un grupo de amigos en México que amaban el fútbol más que cualquier otra cosa. Siempre jugaban juntos y soñaban con algún día convertirse en los mejores futbolistas del mundo.

Un día, recibieron la noticia de que iban a jugar contra el equipo de Estados Unidos. Todos se emocionaron muchísimo, pero también estaban muy nerviosos porque sabían que sería un partido difícil. "¿Qué hacemos si perdemos?", preguntó Juanito, uno de los amigos.

"No podemos pensar así", respondió su amigo Carlos. "Tenemos que dar lo mejor de nosotros y ganar". Los días pasaron rápidamente y llegó el gran día del partido.

Los amigos mexicanos salieron al campo con mucho entusiasmo, pero pronto se dieron cuenta de que el equipo contrario era muy fuerte y no les iba a dar facilidades.

El primer tiempo terminó sin goles para ninguno de los dos equipos, lo cual hizo que la tensión aumentara aún más para la segunda mitad del partido. En ese momento, algo sorprendente sucedió: uno de los jugadores estadounidenses se lesionó y tuvo que salir del campo. El entrenador decidió poner en su lugar a un joven jugador novato llamado Tomás.

Tomás nunca había jugado en un partido tan importante antes y estaba muy nervioso. Pero sus compañeros le dieron ánimos y le dijeron que confiaban en él. Cuando comenzó la segunda parte del partido, Tomás demostró todo su potencial.

Corría rápido por el campo, robaba balones e incluso marcó un gol impresionante para su equipo. Los amigos mexicanos estaban admirados por las habilidades de Tomás, pero también se dieron cuenta de que no podían dejar que su equipo perdiera.

Así que tomaron aire y comenzaron a jugar con más fuerza. "¡Vamos amigos, podemos hacerlo!", gritó Carlos mientras corría hacia la portería contraria.

Con un esfuerzo sobrehumano, los amigos mexicanos lograron marcar dos goles en el último tramo del partido y ganar el juego por 2-1. Todos los jugadores estaban exhaustos pero felices. Se abrazaron y celebraron juntos en medio del campo mientras los espectadores aclamaban su victoria.

"¡Fue un gran partido! ¡Ustedes son unos excelentes jugadores!", dijo Tomás acercándose a ellos para felicitarlos. "Gracias, amigo", respondió Juanito. "Tú también eres un excelente jugador". Los amigos mexicanos aprendieron una gran lección ese día: nunca subestimes a tu oponente y siempre da lo mejor de ti mismo.

Y aunque ganar es importante, lo más valioso es el compañerismo y la amistad que se forjan dentro y fuera del campo de juego.

FIN.

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