La Vieja y el Coco Volador
Había una vez, en un pequeño pueblo de Argentina, una viejita llamada Doña Pipa. Era conocida por todos como la abuela del barrio, y todos la querían mucho. Doña Pipa era una mujer alegre, siempre tenía una anécdota divertida que contar, y haciendo su camino al mercado, ¡se podía escuchar su risa a lo lejos!
Un día, Doña Pipa decidió ir al parque a disfrutar del aire fresco y del canto de los pajaritos. Mientras caminaba, notó que algunos niños jugaban a la pelota y otros más grandes intentaban treparse a un árbol para recoger cocos.
-Divertido lo que hacen, pero ¡cuidado con esos cocos! - les grita Doña Pipa, con su voz cariñosa.
Los chicos se ríen y la saludan:
-Hola, Doña Pipa, no se preocupe, somos unos expertos en subir árboles.
Mientras Doña Pipa se sentaba en una banca a descansar, sintió una pequeña presión en su pancita. Antes de que pudiera pensar en otra cosa, se echó un peo. ¡Puf! El sonido fue tan fuerte que asustó a una gaviota que pasaba volando, y la gaviota se desvió justo hacia un coco que colgaba de una rama. ¡Zas! El coco cayó directo al suelo, rebotando y aterrizando justo en el jardín de una casa cercana.
Los niños, sorprendidos, no pudieron contener la risa:
-Jajaja, Doña Pipa, usted tiene una fuerza impresionante, ¡hasta puede tumbarnos cocos con un peo!
Doña Pipa, sonrojándose pero divertida, se unió a sus risas:
-¡Es la fuerza del jopo! - dijo, haciendo un gesto con el dedo en su frente.
A medida que el día avanzaba, los niños comenzaron a discutir qué podrían hacer con el coco. Entonces uno de ellos, llamado Facu, propuso:
-¡Podemos hacer un juego! ¡Vamos a hacer un concurso para ver quién lo tira más lejos!
Los chicos se pusieron manos a la obra. Sacaron el coco del jardín y se colocaron en fila. Doña Pipa decidió unirse al juego. Tomó el coco en sus manos y, con manos firmes, le dio un buen lanzamiento:
-¡Miren cómo lo lanzo! - gritó, y el coco voló por el aire, cayendo a unos diez metros más allá.
Los niños la miraron con admiración:
-¡Increíble, Doña Pipa! - exclamaron todos.
Luego, cada niño lanzó su propio coco, pero ninguno logró superar la marca de Doña Pipa. De repente, la madre de Facu apareció en la escena:
-¿Qué hacen aquí? - preguntó ella que al ver el coco en el suelo se sorprendió.
Los niños le explicaron la situación, y la señora, en vez de enojarse, decidió unirse al juego:
-¡Qué bueno! Si Doña Pipa puede lanzarlo tan lejos, yo también puedo hacerlo.
De repente, la madre de Facu tomó el coco y le dio un buen brazo. El coco voló alto, pero atrapó una rama en su camino, cayendo justo en el patio de la casa del vecino.
-Oh no, ahora vamos a tener que ir a pedir disculpas - dijo Facu, preocupado.
Doña Pipa, siempre con su espíritu positivo, les dijo:
-No se preocupen, yo los acompaño. ¡Es solo un coco! Al final, se transformó en una gran lección sobre el trabajo en equipo. ¡Vamos, con buen humor todo se soluciona!
Los niños se armó de valor y, con Doña Pipa como su heroína, tocaron el timbre del vecino. Un señor muy amable salió y cuando escuchó el desenfreno, se río alegremente:
-No se preocupen, era solo un coco. Voy a repartirlo entre ustedes. ¿Quién quiere un poco de refresco de coco?
Entonces Doña Pipa sonrió y dijo:
-¡Yo quiero un poco! - con una chispa en sus ojos.
Los niños y Doña Pipa compartieron el refresco y se sentaron en el campo, hablando y riendo a carcajadas. Desde ese día, el coco tuvo un nuevo significado en sus vidas: un símbolo de amistad, alegría y aventura. Además descubrieron que a veces los errores (como un peo inofensivo) pueden llevar a momentos memorables.
Y así, con el viento acariciando sus rostros y las risas resonando en el aire, todos aprendieron que lo más importante en la vida es disfrutar cada pequeño momento y compartirlo con amigos.
FIN.