La Vieja y la Servilleta Mágica
Había una vez una viejita llamada Doña Clara que vivía en un pequeño pueblo. Doña Clara no tenía mucho, solo una casa desvencijada y una mesa donde solía sentarse a soñar con los platos deliciosos que había comido en su juventud.
Un día, mientras paseaba por la plaza, encontró a un viejo caballero de barba blanca y barba de mar. Él era conocido por ser un hombre generoso, así que se acercó a él.
"¿Por qué estás tan triste, Doña Clara?" - le preguntó el anciano.
"Ay, don José, me encantaría saborear una buena comida, pero no tengo dinero para comprarla."
El viejo caballero sonrió y le dijo:
"No te preocupes, tengo algo especial para vos. Aquí tienes esta servilleta mágica. Colócala sobre la mesa y cuando necesites algo de comer, pídeselo y aparecerá."
Doña Clara, emocionada y agradecida, tomó la servilleta y regresó a su casa. La colocó en su mesa y, cada vez que tenía hambre, pedía lo que deseaba.
"¡Quiero un plato de sopa, por favor!"
Y, como por arte de magia, allí estaba la deliciosa sopa humeante. No podía creer lo que estaba sucediendo. De este modo, Doña Clara disfrutó de cada comida: guisos, pasteles, y hasta su postre favorito, el flan.
Sin embargo, un día, cuando se sentó a comer, la servilleta no funcionó.
"¿Qué pasó, servilleta?" - preguntó con preocupación. Por más que lo intentaba, no había comida en la mesa. Estaba triste, sin saber qué hacer. Entonces decidió volver a ver a don José.
"¡Don José! La servilleta mágica dejó de funcionar. Estoy desesperada."
El viejo caballero, con su sabiduría, le dijo:
"Doña Clara, necesitas un empujoncito. Aquí tienes una semilla muy especial. Planta esta semilla en tu jardín y verás qué pasa."
Doña Clara se fue a su casa y siguió las instrucciones. Con mucho cuidado, plantó la semilla en su pequeño jardín. La regó todos los días y le habló con cariño.
Pasaron algunos días y, para sorpresa de Doña Clara, comenzó a salir una planta curiosa que crecía rápidamente.
"¡Mirá cómo crece!" - se entusiasmó mientras le daba un gran abrazo a la planta.
La planta floreció y, al poco tiempo, comenzó a dar frutos que nunca había visto. Temía que lo que creciera no fuera comestible, pero animada por la aventura, decidió probar uno.
"¡Es delicioso!" - gritó de alegría, porque había cosechado un montón de frutas frescas.
Con el tiempo, no solo tenía fruta, sino también verduras y hierbas que la ayudaron a preparar comidas exquisitas. Finalmente, decidió invitar a los vecinos a la mesa.
"¡Vengan todos! Tengo comida para compartir!" - gritó.
Los vecinos no podían creer cuán generosa era Doña Clara. Cada comida se convirtió en una fiesta, llena de risas y buenos momentos. La viejita había aprendido que la magia no solo está en la servilleta, sino en compartir.
"Gracias, don José. Esto es aún más mágico que lo que tenía antes. Ahora sé que compartir es la verdadera riqueza."
Y así, Doña Clara se convirtió en la mejor cocinera del pueblo, y aunque ya no necesitaba la servilleta, siempre la guardó con cariño, recordando que a veces la magia viene de dar y compartir con los demás.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.