La virtud de Herminia



En un remoto y apacible pueblo, la vida de Herminia transcurría con la calma rutinaria que tanto amaba. Era una mujer bondadosa, siempre lista para ayudar a sus vecinos.

Un día, un nuevo habitante llegó al pueblo: Antelmo, un burgués que se creía superior a todos. Era arrogante y no dudaba en mostrar su desprecio hacia los demás. A donde quiera que iba, dejaba un rastro de incomodidad.

Cuando Antelmo se instaló en la casa vecina, Herminia decidió hacerle una visita.

"Hola, Antelmo. Soy Herminia, tu vecina. Quería darte la bienvenida a nuestro lindo pueblo!"

"¿Bienvenida? No necesito bienvenida de un pueblo tan insignificante como este."

Las palabras de Antelmo la hirieron, pero Herminia no se dejó llevar por la tristeza. En su corazón sabía que la bondad debía prevalecer.

Al día siguiente, Herminia decidió invitar a Antelmo a un almuerzo en su casa, pensando que la calidez de su hogar podría ayudar a suavizar su actitud.

"Te invito a comer algo, Antelmo. Seguramente un buen almuerzo te hará sentir mejor"

"¿Comer con vos? No, gracias. Prefiero un buen restaurante a tu casa.

Herminia sintió desánimo, pero no se rindió. Comenzó a ayudar a sus vecinos con pequeñas tareas, y poco a poco, la gente del pueblo empezó a hablar de su gran corazón y su dedicación. La noticia llegó a oídos de Antelmo, pero él solo se burlaba de ello.

"¿Qué hay de bueno en ser amable? Eso no cambia la realidad que te rodea, Herminia."

Un día, una gran tormenta arreció sobre el pueblo. El río comenzó a desbordarse, y varios vecinos se encontraron en peligro. Herminia, sin pensarlo dos veces, salió a ayudar. Pero cuando llegó al río, se dio cuenta de que la situación era más grave de lo que pensaba.

Fue entonces cuando Antelmo, al ver el caos desde su ventana, se asomó y se dio cuenta de que su casa también estaba en riesgo. Zambulléndose en su propia avaricia, se dio cuenta que necesitaría ayuda. Rectificando su actitud, salió de su casa hacia el río.

"¡Herminia! ¿Necesitas ayuda?"

"¡Claro, hay que estabilizar esas barreras de arena!"

"No sé cómo, pero puedo asistirte.

Herminia, sorprendida por el cambio de Antelmo, le explicó cómo debían trabajar en equipo. Juntos, llenaron sacos con arena y formaron una barrera.

"¿Por qué nunca me diste una oportunidad?" preguntó Antelmo mientras movían los sacos.

"Porque siempre has estado tan encerrado en ti mismo, Antelmo. Pero siempre hay tiempo para cambiar."

Finalmente, lograron contener la inundación y salvaron el pueblo. Los vecinos, al ver que Antelmo había ayudado, comenzaron a verlo con otros ojos. La actitud arrogante de Antelmo se fundió en gratitud y respeto hacia Herminia. Esa experiencia los transformó.

Días después, Antelmo se acercó a Herminia.

"Tu bondad me enseñó una lección. Te pido disculpas por mi comportamiento. ¿Podrías enseñarme a ser mejor persona?"

"Por supuesto, todos podemos aprender unos de otros. La amabilidad es un camino que nunca termina."

Desde aquel día, Antelmo se convirtió en un buen vecino, aprendiendo con Herminia a valorar la amistad y la colaboración en el pueblo. Herminia iluminó su vida con su nobleza, y el pueblo, por fin, volvió a ser el lugar apacible y alegre que siempre había sido, con un Antelmo convertido en un buen amigo.

Así, el pueblo aprendió que incluso las lluvias más fuertes pueden dar paso a la luz del sol si hay amor y bondad en el corazón.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!