La visita de los tres hermanos
Había una vez tres hermanos, Juan, María y Pedro, que vivían en un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos. Ellos adoraban a su abuela Ana, una mujer cariñosa y llena de historias maravillosas por contar.
Un día decidieron hacerle una visita sorpresa para alegrarle el corazón. Al llegar a la casa de la abuela Ana, los niños se encontraron con que ella estaba ocupada en su jardín plantando flores de colores brillantes.
La abuela los recibió con una sonrisa radiante y les dio un fuerte abrazo. - ¡Qué sorpresa tan hermosa! ¿Qué los trae por aquí, mis amores? -preguntó la abuela Ana. - ¡Queríamos pasar tiempo contigo, abuelita! -exclamaron los niños al unísono.
La abuela Ana les ofreció galletitas recién horneadas y les contó cuentos sobre sus travesuras cuando era niña. Los niños reían a carcajadas mientras escuchaban las divertidas anécdotas de su querida abuela.
De repente, el cielo se oscureció y comenzó a soplar un viento fuerte. La abuela Ana miró preocupada hacia las montañas y dijo:- Parece que se acerca una tormenta. Mejor entremos dentro de casa para estar seguros.
Los niños ayudaron a la abuela a reagarrar las herramientas del jardín y corrieron hacia la cálida cocina. Mientras afuera la lluvia caía torrencialmente, dentro de la casa reinaba un ambiente acogedor y lleno de amor.
- Abuelita, ¿qué podemos hacer para pasar el tiempo durante la tormenta? -preguntó María curiosa. La abuela sonrió con picardía y sacó una caja llena de juegos de mesa clásicos. Los niños se emocionaron al ver tantas opciones divertidas para jugar juntos. Pasaron horas riendo, compitiendo sanamente y fortaleciendo los lazos familiares.
Cuando la tormenta finalmente amainó, salieron al jardín para ver cómo las flores brillaban bajo las gotas de lluvia.
La naturaleza lucía más viva que nunca gracias al amoroso cuidado de la abuela Ana y su pasión por sembrar belleza en cada rincón. - Gracias por este día tan especial, abuelita. Te queremos mucho -dijeron los niños mientras le daban un tierno beso en la mejilla a su querida anciana.
La abuela Ana los miró con ojos llenos de ternura y les dijo:- Ustedes son mi mayor tesoro en esta vida.
Siempre recuerden que el amor familiar es como una semilla: si lo cuidan con cariño, crecerá fuerte y hermoso como estas flores que juntos hemos visto florecer hoy. Los tres hermanos asintieron emocionados sabiendo que aquel día quedaría grabado en sus corazones para siempre como un recuerdo imborrable del amor incondicional que compartían con su entrañable abuela Ana.
FIN.