La voz de Alejandro



Había una vez un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, donde todos los habitantes vivían felices y contentos.

Sin embargo, en el bosque que rodeaba al pueblo, se decía que había un chico silencioso y misterioso que nunca se separaba de su capucha negra. La gente del pueblo hablaba entre susurros sobre este chico extraño. Decían que tenía poderes sobrenaturales y que podía leer la mente de las personas.

Algunos incluso afirmaban haberlo visto levitar o desaparecer en la oscuridad de la noche. Un día, un grupo de niños aventureros decidió investigar el misterio del chico silencioso. Se llamaban Lucas, Sofía y Tomás, y eran los más valientes del pueblo.

Armados con linternas y determinación, se adentraron en el bosque en busca de respuestas. Caminaron durante horas hasta llegar a una pequeña cabaña abandonada. Allí encontraron al chico silencioso sentado en el porche, mirando fijamente hacia el horizonte.

Su capucha cubría su rostro por completo. Lucas dio un paso adelante y preguntó: "¿Quién eres tú? ¿Por qué siempre llevas esa capucha?" El chico silencioso no respondió. Parecía estar perdido en sus pensamientos.

Sofía se acercó con curiosidad: "No debemos tenerle miedo", dijo ella mientras extendía su mano amigablemente hacia él. "Tal vez solo necesita a alguien con quien hablar". Pero antes de poder tocarlo, algo inesperado ocurrió.

La capucha del chico silencioso cayó al suelo, revelando un rostro lleno de tristeza y soledad. Sus ojos eran grandes y expresivos, pero también reflejaban una profunda angustia.

Tomás se acercó con cautela: "¿Qué te pasa? ¿Por qué estás siempre solo?" El chico silencioso finalmente habló con voz temblorosa: "Mi nombre es Alejandro. Vivo en este bosque desde que era muy pequeño. No puedo hablar porque tengo miedo de hacerlo". Los niños se miraron entre sí, sorprendidos por la confesión del chico silencioso.

Lucas rompió el silencio diciendo: "No tienes que tener miedo de hablar con nosotros, Alejandro. Somos tus amigos y estamos aquí para apoyarte". A medida que los días pasaban, los niños pasaron más tiempo con Alejandro.

Descubrieron que tenía el don de la empatía y podía sentir las emociones de las personas a su alrededor. A través de sus gestos y dibujos, lograba transmitir lo que sentía.

Juntos plantaron flores en el jardín abandonado de la cabaña y lo convirtieron en un lugar hermoso y colorido. Pronto, otros niños del pueblo comenzaron a visitar a Alejandro para compartir historias y risas. La tristeza desapareció gradualmente del rostro de Alejandro mientras descubría el poder sanador de la amistad verdadera.

Los habitantes del pueblo dejaron atrás los rumores sobre sus poderes sobrenaturales y abrazaron su singularidad como algo especial. Con el tiempo, Villa Esperanza se volvió un lugar aún más feliz gracias a la amistad entre Alejandro y los niños.

Juntos demostraron que la verdadera valentía no radica en enfrentarse a lo desconocido, sino en aceptar y amar a las personas tal como son.

Y así, el chico silencioso encontró su voz y se convirtió en un símbolo de esperanza para todos aquellos que alguna vez se sintieron diferentes o incomprendidos. Su historia inspiró a otros a buscar la belleza en la diversidad y a valorar la importancia de la amistad sincera.

Desde entonces, Alejandro nunca volvió a ser el chico silencioso y misterioso del bosque. Se convirtió en un joven lleno de confianza, siempre dispuesto a ayudar a los demás con una sonrisa cálida y palabras de aliento.

Y así termina esta historia, recordándonos que todos tenemos algo especial dentro de nosotros, solo necesitamos encontrar nuestro propio camino para descubrirlo.

FIN.

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