La voz de la esperanza


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Esperanza, una niña llamada Lucía. Lucía era una niña muy especial, siempre estaba cantando y alegrando a todos con su voz dulce y melodiosa.

Desde que amanecía hasta que se ponía el sol, Lucía no paraba de cantar canciones llenas de amor y esperanza. Un día, mientras paseaba por el bosque cercano a su casa, Lucía encontró una piedra brillante y misteriosa.

Al agarrarla, la piedra comenzó a brillar aún más fuerte y de repente un torbellino la envolvió llevándola directamente al cielo. Al abrir los ojos, Lucía se encontraba en medio de las nubes rodeada de seres luminosos y angelicales que le sonreían con ternura.

"¡Bienvenida, Lucía! Has sido elegida para traer alegría y esperanza a este lugar", le dijo uno de los seres luminosos. Lucía no podía creer lo que estaba viviendo pero decidió aceptar la misión con valentía y entusiasmo.

Los seres luminosos le explicaron que debía recorrer el cielo llevando sus canciones llenas de amor a cada rincón para iluminar el corazón de quienes allí habitaban.

Así fue como Lucía emprendió su viaje por el cielo, cantando con toda su alma cada vez que se detenía en una nube. Su voz resonaba como campanas celestiales y todos los seres del cielo se sentían reconfortados al escucharla. Pero pronto llegó el momento en que Lucía tuvo que regresar a la tierra.

Con tristeza en el corazón se despidió de sus nuevos amigos prometiéndoles volver algún día. De vuelta en Villa Esperanza, Lucía siguió cantando con más fuerza que nunca.

Sus canciones ahora tenían un brillo especial, eran como rayos de luz que iluminaban los corazones tristes y llenaban de alegría a todos los habitantes del pueblo.

Un día, mientras paseaba por la plaza del pueblo cantando una hermosa melodía, un joven músico llamado Mateo escuchó su voz y quedó maravillado por su talento. Se acercó a ella tímidamente y le propuso formar juntos un dúo musical para llevar sus canciones al mundo entero.

Lucia aceptó emocionada la propuesta y juntos comenzaron a recorrer diferentes lugares compartiendo su música llena de amor y esperanza. Su éxito fue tan grande que pronto fueron reconocidos como los mejores músicos del país. Y así, entre canciones y sonrisas, Lucía supo que el verdadero poder del amor está en compartirlo con los demás.

Y aunque ya no volvió al cielo físicamente, su espíritu siempre estuvo allí acompañando a aquellos seres luminosos que le enseñaron la importancia de llevar luz donde quiera que vaya.

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