La Voz del Corazón
Érase una vez en un pequeño pueblo llamado Arcoíris, un joven llamado Juan. Juan tenía un don especial: su voz era tan hermosa que podía llenar de alegría a cualquiera que lo escuchara. Pero había un detalle, Juan era ciego. A pesar de su discapacidad, esto no le impedía soñar y compartir su talento.
Un día, la madre de Juan, Doña Rosa, decidió llevarlo a la feria del pueblo. Esta feria era famosa por sus competiciones de canto. Los habitantes de Arcoíris siempre hablaban de la competencia y todos estaban ansiosos por ver quién ganaría el primer premio.
"Mamá, ¿puedo participar?" - preguntó Juan con entusiasmo.
"Claro que sí, hijo. Tu voz es un regalo que el mundo debería escuchar." - respondió su madre.
Juan se preparó y se inscribió en la competencia. El día llegó, y muchos cantantes talentosos llenaron el escenario. Juan se sentó detrás del micrófono, sintiendo la energía del lugar. Cuando llegó su turno, la multitud estaba expectante.
Al comenzar a cantar, la magia de su voz llenó el aire, como una melodía que acariciaba los corazones de cada persona presente. Pero al finalizar su actuación, la gente comenzó a murmurar.
"¿Por qué debería ganar un ciego?" - se escuchó decir a una mujer entre el público.
"La voz no se ve, se siente. ¡Eso es lo que importa!" - contestó un anciano con sabiduría.
Las palabras del anciano hicieron reflexionar a la multitud. Juan se sintió un poco inseguro, pero recordó el apoyo de su madre y la razón por la que amaba cantar. A pesar de todo, sus sueños eran más grandes que cualquier comentario negativo.
Finalmente, el jurado dio el veredicto. Juan no ganó el primer premio, pero sí recibió el reconocimiento del público, que lo aplaudió de pie.
La abrumadora respuesta de la gente sorprendió a los jueces, que decidieron otorgarle una mención especial por su valentía y su talento. Un joven llamado Lucas, que había ganado la competencia, se acercó a Juan.
"¡Tu voz es increíble! Deberías estar muy orgulloso. Deberíamos cantar juntos alguna vez." - dijo Lucas con admiración.
"Gracias, Lucas. ¡Me encantaría!" - respondió Juan con una sonrisa.
Al terminar la competencia, Juan y Lucas se hicieron amigos y decidieron colaborar en el futuro. Organizaron pequeños conciertos en el pueblo, uniendo a las personas y mostrando que el talento no tiene límites. Juntos, hicieron de Arcoíris un lugar más alegre y armonioso.
Con el tiempo, Juan continuó perfeccionando su voz, pero sobre todo, aprendió a valorarse. A través de su música, inspiró a otros a soñar y nunca rendirse ante las dificultades.
La historia de Juan nos recuerda que la verdadera belleza no está en las apariencias, sino en la pasión y el amor que ponemos en lo que hacemos. A veces, los talentos más grandes vienen envueltos en las envolturas menos esperadas. Y así, en el pueblo de Arcoíris, la voz del ciego resonará siempre en el corazón de quienes la escucharon.
FIN.