La voz que habla en silencio



Había una vez en un pequeño pueblo de Argentina, una niña llamada Sofía. Sofía era muy tímida y le costaba mucho expresar sus pensamientos y sentimientos.

Siempre se quedaba callada en clase y evitaba participar en las actividades grupales. Un día, la maestra de Sofía, la señorita Ana, notó que algo no estaba bien. Se acercó a Sofía y le preguntó con preocupación:- Sofía, ¿qué te pasa? Te he notado muy callada últimamente.

Sofía bajó la cabeza tímidamente y respondió:- No sé... Me da miedo hablar frente a todos. La señorita Ana sonrió amablemente y dijo:- No tienes por qué tener miedo, querida. Todos tenemos cosas importantes para decir.

Aprender a expresarnos es fundamental para comunicarnos con los demás. Sofía miró a su maestra con curiosidad. - Pero... ¿cómo puedo aprender a expresarme? La señorita Ana tuvo una idea brillante.

- ¡Tengo un plan! Vamos a organizar un concurso de cuentos en el que todos los niños podrán participar. Tendrás la oportunidad de escribir tu propio cuento y leerlo frente a tus compañeros. Sofía sintió nervios pero también emoción ante esta nueva propuesta. - Está bien... lo intentaré.

Durante las siguientes semanas, Sofía se dedicó con entusiasmo a escribir su cuento. En cada palabra plasmaba sus ideas y sentimientos más profundos. La señorita Ana le brindaba apoyo constante y la animaba a seguir adelante.

Llegó el día del concurso y Sofía estaba lista para enfrentar su miedo. Se paró frente a todos sus compañeros, respiró hondo y comenzó a leer su cuento en voz alta.

- Había una vez una niña llamada Sofía - comenzó - que siempre se quedaba callada porque le daba miedo expresarse. Pero un día descubrió que cada palabra tenía el poder de hacer magia... A medida que Sofía continuaba leyendo, sus palabras cobraban vida en la imaginación de todos los presentes.

La historia era tan hermosa y conmovedora que nadie podía apartar la mirada de ella. Cuando Sofía terminó su cuento, recibió un aplauso ensordecedor. Sus compañeros estaban emocionados y maravillados por lo que había logrado transmitir con sus palabras.

Desde ese día, Sofía dejó atrás su timidez y se convirtió en una excelente comunicadora. Aprendió a expresar sus pensamientos y sentimientos sin temor, tanto hablando como escribiendo. La señorita Ana estaba muy orgullosa de Sofía.

- Querida, has demostrado que no hay límites cuando aprendemos a expresarnos. Tus palabras tienen el poder de cambiar el mundo. Y así fue como gracias al concurso de cuentos, Sofía encontró su voz interior y aprendió a expresarse sin miedo.

Desde entonces, inspiró a muchos otros niños a hacer lo mismo, demostrándoles que cada palabra cuenta y puede marcar la diferencia en nuestras vidas.

FIN.

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