La yuca


Había una vez un hombre viejo que vivía en una pequeña casa en el campo. Un día, decidió plantar una yuca en su jardín. Con cuidado la sembró en la tierra fresca y la regó suavemente. El hombre esperó con paciencia y amor, y pronto la yuca comenzó a brotar. Las hojas verdes se alzaron hacia el cielo, y la yuca creció y creció, hasta convertirse en una planta enorme.

El hombre sonreía cada vez que veía su yuca, sintiéndose orgulloso del hermoso crecimiento de la planta. Hablaba con ella todos los días, diciendo: "Crece, crece pequeña yuca, crece y sé grande". Y la yuca, con amor y dedicación, continuó su crecimiento, llenando de vida y alegría el jardín del hombre.

Un día, la yuca alcanzó un tamaño tan inmenso que el hombre decidió que era momento de cosecharla. Con determinación, se acercó a la planta, listo para arrancarla y disfrutar de sus frutos. Sin embargo, al intentar tirar de la yuca, descubrió que era más difícil de lo que había imaginado. El hombre se esforzó todo lo que pudo, pero la yuca se mantenía firme en la tierra, como si no quisiera desprenderse.

Sorprendido y agotado, el hombre miró a su alrededor y vio a varios animales del campo que se habían acercado para observar la escena. Un ratón, una mariquita, y una mariposa se habían reunido para ver qué ocurría. El hombre les pidió ayuda, y juntos, con esfuerzo y cooperación, lograron arrancar la yuca del suelo.

El hombre aprendió una valiosa lección: la importancia de la paciencia, el cuidado y la cooperación. Comprendió que a veces, las cosas más grandes y hermosas requieren esfuerzo y trabajo en equipo para lograr grandes metas. Desde ese día, el hombre cuidó con más cariño su jardín, recordando siempre la historia de la yuca y la lección que le había enseñado.

Y la yuca, ahora en las manos del hombre, sirvió de alimento para él y los animales del campo, compartiendo su generosidad con todos aquellos que la rodeaban.

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