La zanahoria perdida



Había una vez, en un hermoso bosque de Argentina, una luciérnaga llamada Lucía y una tarántula llamada Tomás. A pesar de ser muy diferentes en apariencia, eran grandes amigos y siempre estaban juntos.

Un día, mientras exploraban el bosque en busca de aventuras, se encontraron con un grupo de animales que necesitaban ayuda. Resulta que un conejito había perdido su zanahoria favorita y estaba muy triste. Lucía y Tomás decidieron ayudarlo a encontrarla.

Los tres amigos comenzaron a buscar por todos lados. Lucía volaba alto para ver si podía encontrarla desde arriba, mientras que Tomás rastreaba el suelo con sus patas peludas. Después de mucho buscar, finalmente encontraron la zanahoria escondida detrás de unas rocas.

El conejito estaba tan emocionado y agradecido que les ofreció compartir la deliciosa zanahoria con ellos.

Pero cuando cortaron la zanahoria en tres pedazos iguales, notaron algo extraño: uno de los trozos era mucho más grande que los otros dos. Lucía miró sorprendida a Tomás y le preguntó: "¿Tomás, hiciste algo para obtener ese pedazo más grande?". Tomás bajó la cabeza avergonzado y admitió: "Sí, lo siento mucho.

Mientras buscábamos la zanahoria, me di cuenta de que tenía mucha hambre y decidí comerme un pequeño pedazo antes de encontrarla". Lucía se sintió decepcionada pero decidió darle una oportunidad a su amigo para corregir su error. Le dijo: "Tomás, la honestidad es muy importante.

Sabes que deberías haber esperado a encontrarla antes de comer. Pero ahora tienes la oportunidad de hacer lo correcto y compartir igualmente el pedazo grande con nosotros".

Tomás se sintió mal por su falta de honestidad, pero también se dio cuenta de que tenía una oportunidad para enmendar su error. Asintió y dijo: "Tienes razón, Lucía. Lo siento mucho por mi comportamiento egoísta. Aquí tienes tu parte del pastel y el conejito también debe recibir su parte justa".

El conejito sonrió feliz al ver que Tomás había decidido ser honesto y justo. Comieron juntos la deliciosa zanahoria mientras conversaban sobre la importancia de ser siempre sinceros y compartir equitativamente.

Desde aquel día, Lucía, Tomás y el conejito se convirtieron en los mejores amigos del bosque. Siempre eran honestos entre ellos y se aseguraban de tratar a los demás con justicia.

Y así, aprendieron que aunque todos cometemos errores alguna vez, siempre podemos corregirlos si somos honestos y estamos dispuestos a hacer lo correcto. Y esa lección les acompañó durante toda su vida en el hermoso bosque argentino. Fin

FIN.

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