Laín y la Gran Aventura de la Amistad



Era una hermosa mañana en la granja escuela, el sol brillaba alto y Laín, un niño rubio y de ojos azules, estaba emocionado por un nuevo día de juegos. Estaba decidido a explorar y divertirse mientras aprendía a compartir y respetar a sus compañeros.

Laín tomó un puñado de piedras y algunos palos que encontró cerca de un árbol. "¡Mirá lo que encontré!"-, exclamó mostrando sus tesoros a sus amigos.

Sus compañeros, Sofía y Mateo, se acercaron curiosos. "¿Qué pensás hacer con eso, Laín?"-, preguntó Sofía. "Voy a hacer un castillo"-, respondió él entusiasmado. Entonces, Laín comenzó a apilar las piedras, pero se dio cuenta rápidamente de que necesitaba más.

"Che, ¿puedo usar algunas de las tuyas, Mateo?"-, preguntó Laín. "¡Claro! Uno más, y así podemos hacer un castillo gigante"-, dijo Mateo.

Mientras trabajaban juntos, Laín recordó lo que su maestra les había enseñado: "Jugar y compartir es mucho más divertido porque todos se sienten incluidos"-. Así que empezó a invitar a más amigos a unirse a su proyecto.

Antes de que se dieran cuenta, cuatro o cinco niños estaban alrededor de ellos, cada uno aportando sus propias piedras, palos e ideas. "Esto es genial"-, dijo Sofía. "¡Miren cómo crece nuestro castillo!"- Y así, cada uno puso su esfuerzo y creatividad en el proyecto.

De repente, alguien hizo un comentario que hizo que Laín se sonrojara. "No me gusta cómo pusiste esa piedra, parece que se va a caer"-, le dijo Pablo, un niño más reservado que estaba observando en silencio. Laín se sintió mal y su entusiasmo decayó. "Quizás no estoy haciendo las cosas bien"-, murmuró.

Sin embargo, Mateo se dio cuenta de que Laín estaba triste. "No te preocupes, Pablo solo quiso ayudar a mejorar el castillo"-, le dijo. "A veces, escuchar las opiniones de otros nos hace crecer"-. Laín pensó en eso y decidió que era el momento de hacer algo grande.

"Todos, ¿qué les parece si le preguntamos a Pablo cómo podemos hacer el castillo más fuerte?"-, sugirió Laín. Todos se miraron y asintieron. Entonces, Pablo se acercó y comenzó a explicar cómo podía mejorar la estructura del castillo con una mejor base.

Con la ayuda de Pablo, lograron construir un castillo aún más impresionante. Así, se dieron cuenta de que cada uno tenía algo valioso que aportar. "¡Esto es increíble!"-, exclamó Sofía. "El esfuerzo de todos lo hace mucho mejor"-.

La jornada continuó y el castillo se convirtió en el lugar donde podían jugar y contar historias. Al final del día, Laín se sintió feliz y satisfecho. "Hoy aprendí que compartiendo y respetando las ideas de los demás, podemos lograr cosas maravillosas"-, dijo con una gran sonrisa.

Y así, Laín y sus amigos no solo construyeron un castillo, sino también una amistad más fuerte. Desde ese día, decidieron que siempre trabajarían juntos, compartiendo y respetando las ideas de cada uno.

El sol comenzaba a esconderse entre los árboles y la granja escuela se llenaba de risas y de un profundo sentimiento de camaradería. Laín aprendió que, aunque todos eran diferentes, juntos podían lograr cosas increíblemente hermosas y que la verdadera diversión se encontraba en las risas compartidas y en el trabajo en equipo.

FIN.

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