Lara y el secreto de la alegría
Lara era una niña de cabello rizado y ojos brillantes, siempre llena de energía y sonrisas. Le encantaba jugar en el parque, inventar historias y leer libros sobre aventuras. Pero en las últimas semanas, algo había cambiado. Su risa se había vuelto un eco distante, y sus días se llenaban de un silencio pesado.
Un día, mientras estaba sentada en la mesa de la cocina, su mamá la miró con preocupación.
"¿Qué te pasa, mi amor? Te veo muy callada últimamente", le preguntó su mamá, acariciando su cabello.
"No sé, mami... a veces me siento triste, y no sé por qué", respondió Lara, mirando su plato de galletas sin interés.
La mamá de Lara la abrazó fuerte.
"Está bien sentirse así a veces. Pero quiero que sepas que siempre puedes hablar conmigo. ¿Es por las visitas de tu tío?"
"Sí... no me gustan las cosquillas que me hace, y cuando viene, siempre quiere jugar de una manera que no me gusta. Me hace sentir incómoda", confesó Lara, mirando al suelo.
La mamá de Lara pensó por un momento. Sabía que era fundamental ayudar a su hija a expresar sus sentimientos y a entender que siempre tenía derecho a decir 'no'.
"¿Qué te parece si hablamos con él la próxima vez que venga? Podemos explicarle cómo te sientes. No tienes que hacer cosas que no quieres", propuso su mamá.
"¿De verdad puedo decirle que no quiero que me haga cosquillas?", preguntó Lara, sus ojos llenos de esperanza.
"Claro que sí, corazón. Tu comodidad es lo más importante", le respondió su mamá, sonriendo.
El día de la visita de su tío llegó. Lara estaba nerviosa, pero su mamá le había dado valor. Durante la merienda, su tío comenzó a hacerle cosquillas. Lara se sonrió, pero rápidamente se detuvo.
"¡Tío, para! No quiero que me hagas cosquillas. Me incomoda", dijo Lara, alzando la voz con decisión.
Su tío se detuvo y la miró sorprendido.
"Oh, Lara, no sabía que no te gustaban. Me disculpo. La próxima vez, jugaré a lo que sugeriste", contestó su tío, algo avergonzado.
Lara sonrió, sintiendo que un peso se levantaba de su corazón. Había dicho lo que sentía y su tío había escuchado. Desde ese día, Lara empezó a abrirse más sobre sus sentimientos con su madre y su familia, y comenzó a sentirse viva nuevamente.
Las visitas de su tío se volvieron más divertidas. Ahora, jugaban a juegos de mesa, contaban historias y hacían manualidades. Lara estaba recuperando su risa y su chispa, aprendiendo que es bueno hablar sobre lo que siente y que siempre tiene derecho a elegir lo que le gusta hacer.
A veces, el clima puede nublar los días alegres, pero con amor y comunicación, la luz siempre vuelve. Lara se dio cuenta de que ser valiente es también decir lo que cada uno siente. Con cada sonrisa que recuperaba, se sentía más fuerte y más feliz.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado, pero el viaje de Lara hacia la alegría apenas había comenzado.
FIN.